¿ En que quedamos entonces ?
El cambio de estrategia oficial está en marcha. La idea de que la mejor forma de sumar puntos es hacer lo mismo que los opositores, ha calado hondo en las huestes del oficialismo y al reconocimiento de la inflación, a la modificación del sistema de ganancias y a las medidas contra la inseguridad, se le sumaron los paseos de varios candidatos por Todo Noticias.
Daniel Scioli nunca dejó de concurrir al
canal de noticias del Grupo Clarín, pero la aparición de Ricardo
Echegaray, Martín Insaurralde y Daniel Filmus sorprendieron un poquito. Y
digo un poquito porque fueron para demostrar que daba lo mismo que no
fueran: Echegaray dijo que el cepo del dólar está bien, Insaurralde
sostuvo que la inflación preocupa, pero que no es culpa del Gobierno, y
Filmus, a pesar de negar la responsabilidad de la gestión en materia de
inflación, al menos se diferenció de Cristina al decir que existe una
devaluación del dólar para mantener el tipo competitivo, aunque después
corrigió el camino y afirmó que no hay que volver a las políticas de ajuste y devaluación.
Mientras el kirchnerismo continúa con su
estrategia antikirchnerista, Cristina partió hacia la reunión del G20 en
Rusia, donde podrá reirse en persona de las economías de los
australianos y canadienses. También tendrá tiempo para explicarle a la
Unión Europea y Estados Unidos cómo se hace para tener la mejor economía
de la galaxia con una inflación inmanejable, dos tipos de cambio, un
índice de precios trucho, y la industria concentrada en la producción de
billetes y pobres.
La
agenda está cargada, pero la Presi siempre tiene tiempo para hacernos
saber que se preocupa por lo que importa. Ni bien bajó del avión le dio
de lo lindo a su cuenta de Twitter, puteó a los medios por no darle
mucha bola al triunfo de la candidata kirchnerista en Bariloche y
recordó que en esa misma ciudad se inició la oleada de saqueos de
diciembre pasado. Obviamente, “por fecha y método” vinculó esos saqueos
con un intento de destitución a su gobierno, para luego relacionar esos
incidentes con Mauricio Macri y su “círculo rojo” integrado por personas
que quieren “frenar al kirchnerismo”, lo que para Cris supuso la gesta
de un intento de destitución hacia su gestión.
Lo que la Presi no puso en ninguno de los 39 twitts -alguien debería avisarle que no es un diario
íntimo- es que en Bariloche hubo elecciones para decidir quién
completaría el mandato de Omar Goye, un intendente destituído en las
urnas, pero al que Cristina, previamente, le pidió la renuncia.
Que utilice el resultado de su intento destituyente para denunciar otro
intento de destitución en su contra, resulta ridículo, pero no tanto si
lo comparamos con una perlita que nadie pareció notar: Cristina dijo
que en Bariloche ganó el colectivo integrado por el Frente para la
Victoria y el Frente Grande. Sin embargo, el Frente Grande llevó su propio candidato.
Al seguir con su terapia twitera, la
Presi pidió memoria para detectar a esos “nuevos políticos” que en
realidad formaron parte de la Argentina de 2001. Independientemente del
detalle de que esa Argentina de 2001 tenía en funciones a Eugenio
Zaffaroni, María José Lubertino, Juan Abal Medina, Diana Conti, Nilda
Garré y Deborah Giorgi, no queda claro a qué hay que tenerle miedo, si a
un gobierno malo o a los supuestos destituyentes que, según ella,
quisieron repetir el método a fin del año pasado.
Para rematarla, luego de llamar destituyentes a sindicatos, políticos, empresarios, banqueros y periodistas, Cristina dijo que nunca en los 30 años de democracia hubo un gobierno al que se atacara, difamara e insultara tanto como al de ella. Al menos ahora bajó las pretensiones y ya no sostiene ser la más atacada de la historia.
Raúl
Alfonsín no se comió trece huelgas generales, ni Carlos Menem y
Fernando De La Rúa nueve paros cada uno, sino que a los trabajadores les
gustaba jugar a las escondidas todos juntos, en días de semana y
horario laboral. Las Fuerzas Armadas tampoco se sublevaron cuatro veces
al hilo, tres con Alfonsín y una con Menem. Tan sólo se adelantaron a
las políticas de inclusión homosexual y se maquillaban con lo único que
tenían a mano: betún. Enrique Gorriarán Merlo no copó el regimiento de
La Tablada, solo perdió la Filcar en pleno Camino de Cintura y entró a
pedir indicaciones.
El periodismo tampoco hizo nada. Clarín
no destapó el contrabando de armas a Croacia y Ecuador, ni Jorge Lanata
le dedicó casi todas las portadas de la entonces Revista XXI y de
Página/12, ni tampoco la mayoría de las emisiones de Día D. La revista
Noticias no hizo nada para investigar el vínculo entre empresarios y
Menem. José Luis Cabezas nunca se murió, está tomando mate con Julio
López. Joaquín Morales Solá no denunció las coimas en el Senado a los
nueve meses de asumir De La Rúa y, obviamente, De La Rúa jamás fue
atacado por nadie, se fue del Gobierno porque Inés Pertiné le rompía los
quinotos.
Por si faltaran actores, a las huelgas
contra Alfonsín se sumaron todos los partidos de la oposición, de
izquierda a derecha, la Federación Agraria, las Confederaciones Rurales
Argentinas, la CAME, la CGE, los excombatientes de malvinas y las
organizaciones de derechos humanos. A las huelgas contra Menem también
adhirieron los mismos entes, y se sumaron los piquetes, la carpa blanca
docente y Norma Plá con sus marchas de los jubilados cada miércoles.
Está claro que la justificación de los
ataques a los gobiernos varía de acuerdo a los parámetros mentales de
cada uno de nosotros. Algunos pueden estar de acuerdo con las
investigaciones en contra de Menem y otros no tanto. Muchos pueden
putear a Saúl Ubaldini por los trece paros contra Alfonsín, otros
piensan que estuvieron bien. Ahora, nadie en su sano juicio puede
suponer que las acciones de esos gobiernos no fueron atacadas, al igual
que ahora, sea por corrupción, por debacle económica, por intereses
corporativistas, por desempleo, por políticas sociales, o por todas
juntas.
No hay diferencias ni privilegios. Así
como la subjetividad hace que a cada uno le joda algo distinto, el
instinto indica que nos quejaremos al respecto. No es muy distinto a lo
que hace el oficialismo. Algunos se molestan porque no pueden planificar
por culpa de la inflación, a otros les jode que nos moleste no llegar a
fin de mes. Algunos se calientan porque lo que no te saca el gobierno
te lo arrebata un amigo de lo ajeno, otros putean porque al decirlo se
contribuye a la sensación de inseguridad. Unos se indignan porque hay
gente que muere en un tren que no levanta más de 60 kilómetros por hora,
otros se sacan de quicio porque se responsabiliza al gobierno y no a
los marcianos. A nosotros nos jode que se roben hasta las cucharitas de
café de las reuniones y a ellos les jode que lo notemos. Algunos
aplicamos la doctrina de “el que no llora no mama”. Otros eligieron la
segunda parte de la frase.
El
tema está en bancársela y no mariconear pidiendo trato diferencial.
Esto de irse a marzo porque el profesor es un guacho y no por pasarse
los tres trimestres haciendo cerbatanas con las lapiceras, es algo que
no queda muy lindo después de la secundaria. Algunos pueden sostener que
la esposa no está encamada con la reserva de Cambaceres, y creer la
versión de la ingrata que dice que sólo está recibiendo un masaje lumbar
invasivo, para luego putear a los que realizan falsas acusaciones. Y
están en todo su derecho, dado que todos nos quejamos de lo que no nos
gusta.
Sin embargo, habría que aclarar algunas
cosas. Reclamar al dueño del supermercado del barrio por un yogur
vencido, no implica ningún intento de arrebatarle el local, ni dice nada
respecto de cuestiones discriminatorias hacia sujetos orientales. Negar
dinero a un hijo para que salga de joda cuando se lleva más materias
que las que tiene el colegio, no significa una privación ilegítima de la
libertad ni una condena a morir por inanición. Pedir al vecino que
desista de su costumbre de martillar a las dos de la mañana, no es un
acto que atente contra el Pacto de San José de Costa Rica. Indicar al
mecánico que no es normal que se tome una semana para ver qué le pasa al
auto, no es reducción a la servidumbre. Ponerse en forma, practicar y
armar un equipo para ganar el solteros contra casados del martes a la
noche, no es una amenaza de muerte.
Armar alianzas y trazar planes para ganar
una elección no son preparativos para la revolución. Ganar con los
votos no es un golpe de Estado. La única forma de suponer que perder una
elección es un acto golpista, es si se cree que ya no habrá vida
inteligente en el planeta en caso de que gane otro. Y en este país
pasaron los monárquicos, los republicanos, los federales, los unitarios,
los conservadores, los liberales, los radicales populares, los
radicales conservadores, los militares, los peronistas, los militares,
los desarrollistas, los azules, los colorados, los radicales, los
militares, los peronistas de izquierda, los peronistas de derecha, los
militares, los radicales, los peronistas neoliberales, los aliancistas y
hasta cinco presidentes en una semana.
Si sobrevivimos a todo esto y aún figuramos en el mapa ¿Quién puede suponer que no hay vida después de Cristina?
Jueves. La historia la construyeron los que se creyeron irreemplazables. Y quienes los reemplazaron.
Caliente
Cumplió quince años y le cancelaron la fiesta: se enoja, pucherea, ataca, trata de suplentes a los candidatos opositores, pide reunirse con los “titulares” y deja afuera a Martín Insaurralde, ese que es el candidato del oficialismo en provincia de Buenos Aires. Por momentos, pareciera que no perdió una elección, sino que le escondieron los números de las cuentas bancarias.
Al igual que un tipo que, a punto de ser
abandonado por la mujer, se aviva de invitarla al cine y hasta intenta
bajar la zapán, Cristina recordó -tardísimo- los reclamos que ninguneó y
hasta atacó durante años. No pasaron más de unos meses de la última vez
que la Presi afirmó que el reclamo por el mínimo no imponible del
Impuesto a las Ganancias era una movida injusta, ya que sólo el 19% de
los trabajadores registrados lo pagaban, notificándonos que el 81%
restante mantenía a la familia con menos de diez lucas mensuales. Al
mismo tiempo, afirmó que resultaba inviable porque se desfinanciaría el
Estado, echándole en la cara a los laburantes que la fiesta la estaban
pagando con sus salarios y que, por si no lo entendieron, no tenían
derecho ni a un canapé de pionono seco.
Hoy, con el 54% en el baúl de los
recuerdos -junto al tren bala, las inversiones chinas, el plan carne
para todos y el kilo de papas a 1,40- resulta que actualizan ganancias,
con lo que no queda claro si nos chamullaron antes con eso de que no
había guita, o si la desesperación es tal que no les importa fundir lo
poco que queda. Ahora los que quieren endeudarnos son otras personas, ya
no los sindicatos que le tuvieron la vela durante nueve de los diez
años que llevan jugando al poder, sino de los banqueros, homínidos
atrevidos que pidieron el desdoblamiento cambiario. Cristina, tan cínica
como los banqueros, dice que eso nos endeudaría. Y así, mientras
resulta imposible encontrar un Washington a $5,67; los que tienen el
poder adquisitivo suficiente como para pasar un finde en Miami, pueden
pagar con tarjeta, que la diferencia la abonamos todos. Pero eso sí, sin
que se note que hay dos tipos de cambio distintos.
La bronca es total y ni ella sabe bien
hacia qué, por lo que puede llegar a escuchar una sirena de un cuartel
de bomberos y gritar que es el cambio de turno de una fábrica de
película muda, para luego gritar que a sus veintisiete años se escondía bajo la cama al escuchar una sirena. Se ve que en 1980 era peligroso vivir en Río Gallegos mientras en su ciudad natal ya habían desaparecido hasta las estatuas.
Luego de que Neuquén nos arrojara una postal de la década en la que no se reprime la protesta social ni se gobierna a espaldas del pueblo para entregar recursos no renovables a capitales imperialistas, nadie esperaba una palabra de la Presi. Sin embargo, habló y puso paños fríos al calificar de gatoflorismo la postura de quienes se oponen a un acuerdo con la petrolera norteamericana Chevron en Vaca Muerta. Como si fuera algo más obvio que el triste nivel futbolístico de Independiente, Cris dijo que Repsol vació la empresa . Después de doce años de administración de Repsol, de los cuales nueve fueron durante la gestión kirchnerista, los españoles la deben de haber vaciado en alguna dimensión paralela, sin que nadie se enterara.
La defensa de las empresas expropiadas por el kirchnerismo es otro motivo de calentura de Cristina, por lo que también se la agarró con la aerolínea chilena LAN por el reclamo de la misma para que no le quiten un hangar en Aeroparque,
el cual no poseen por solidaridad, sino porque lo garpan. El quilombo
no sólo podría haberse evitado, sino que podría haber pasado
desapercibido si los adolescentes tardíos que juegan al Estanciero con
Aerolíneas Argentinas se bancaran las reglas y no fueran llorando con
mamá Cristina luego de perder por paliza.
Después
de aparecer un video en el que Mariano Recalde sostiene que es mejor
dar explicaciones ante los compañeros que frente al Congreso -como si
los cumpas pagaran los tres millones de dólares que se fuma la compañía
por día- y en el que además afirma que le pidió a la Presidente que le
quitara rutas a LAN, el titular de Aerolíneas acusó a los chilenos de
hacer dumping. Cristina trajo paz al conflicto comercial y le pegó al
Presidente chileno. Gratis.
Lo que ni Recalde, ni Cristina, ni mi tía
pueden explicar es por qué una empresa de bandera extranjera y privada
obtiene ganancias operando las mismas rutas que una aerolínea nacional,
estatal y que vive a pérdida. Mucho menos pueden explicar por qué a LAN
le resulta redituable operar destinos cobrando, en algunos casos, hasta
un 50% menos de lo que cuesta la misma ruta por Aerolíneas Argentinas.
Y si le quedaba algún flanco por cubrir,
la Presi se pasó la matina del lunes boludeando en Twitter, donde citó
varios pasajes de una nota de Tiempo Argentino que, si no fuera por su
publicidad, habría sido leída sólo por el corrector del diario. La nota
en cuestión hacía referencia al mea culpa editorial del diario O Globo
de Brasil por su apoyo a la dictadura, pero también se hacía eco de las
palabras de Sebastián Piñera respecto de la complicidad pasiva de los
jueces chilenos durante el gobieno de Pinochet. A Cristina le vino
bárbaro y destacó que Piñera sostuvo que se negaron recursos de amparo que podrían haber salvado vidas.
Quiso pegarle a la Justicia y le salió chanfleado: el único Juez de la
Corte Suprema de Justicia afín al oficialismo, fue Juez durante la
dictadura y rechazo habeas corpus que, también, podrían haber salvado
vidas.
La
muchachada necesita contención, pero la Presi se encuentra más
preocupada en resolver por qué la quieren menos que hace unos años y,
mientras tira la bronca contra la oposición por quejarse de todo,
autoriza a que cada uno haga lo que pueda con tal de recuperar puntos.
Con los resultados a la vista, los cráneos descubrieron que la mejor
forma de que el kirchnerismo gane las elecciones, es adoptar un discurso
antikirchnerista. A pesar del contratiempo de ser el kirchnerismo, ya
se pudo ver algunos ejemplos. Insaurralde -ese, el de Lomas de Zamora- afirmó que la inflación que mide el Indec no es la real.
Mientras Guillermo Moreno avanza hasta la Corte Suprema para ratificar
la multa a las consultoras por lo mismo que hizo Insaurralde -el pibe de
Lomas- el encargado del consorcio de Balcarce 50, Sergio Berni, avisó que el nunca dijo que la inseguridad fuera una sensación.
Al asumir su mandato, y mientras reprimía
hasta las protestas contra el FMI, Néstor Kirchner se había hecho dueño
del discurso políticamente correcto de que la inseguridad no se combate
con leyes más duras, sino con inclusión, trabajo y educación. Un
tiempito después, las denominadas leyes Blumberg endurecieron las penas.
Luego, al discurso de la educación-trabajo-inclusión, se le sumaron dos
grandes mitos folklóricos que aún no entiendo cómo no se los venera al
nivel de los Reyes Magos o del Ratón Pérez: no se reprime la protesta
social y la inseguridad es una sensación instalada por los medios.
Uno puede entender que las necesidades
electorales no se someten a actos de coherencia, más si partimos de la
base de que se considera inseguridad cualquier oleada de violaciones al
Código Penal, con lo que los miembros del Club Amigos de lo Ajeno que
hoy ofician de funcionarios públicos, poco pueden opinar sobre el tema.
Sin embargo, es curioso que no se pongan de acuerdo con algo: o es falso
el discurso progre de que la inseguridad se soluciona con
inclusión-educación-trabajo, o los números de la década ganada son más
truchos que el espíritu Nacional y Popular de Amado Boudou. Y si
seguimos la línea discursiva oficial, que los cuatro mil gendarmes
desplazados de las fronteras se distribuyan por el conurbano bonaerense,
hace sospechar que la revolución industrial de la última década es tan
real como la independencia editorial de 678.
Con todo, resulta interesante saber qué
hizo el gobierno con la seguridad en los últimos meses. Del decreto
firmado por Cristina para hacer algo presentable, se desprende que el
Consejo de Seguridad Interior no funciona hace un año, cuando el hermano
de Nilda Garré renunció al cargo en medio del intento de golpe de
Estado llevado adelante por gorilas disfrazados de gendarmes muertos de
hambre que reclamaban un salario que al menos los saque de la línea de
pobreza. Como frutillita del postre, un comunicado de Gendarmería
Nacional sostiene que el operativo durará sólo cuarenta y cinco días, o
sea, lo suficiente como para llegar a las elecciones de octubre
Y
así es como el kirchnerismo decide celebrar una década ganada: reconoce
la inflación, pero no muestra ni la más mínima intención de
solucionarla; modifica el piso de ganancias, pero no dice qué harán para
cubrir el buraco fiscal ni cómo evitarán que ese grueso de guita no
aumente más la inflación; y reconoce que hay inseguridad, pero sólo por
un tiempito, mientras alista a los gendarmes para ser enviados rapidito a
cualquier protesta en el interior, como hacían antes de que se pegaran
un palo con un micro. Todo lo que se reclamaba, lo entregan, menos el
82% móvil para los jubilados, que pasados los setenta pirulos, ni mueven
el amperímetro de los votos.
Están calientes. Y el que actúa caliente,
potencia sus cagadas. El intento por recuperar el tramo de gente que
les falló en las anteriores, puede que funcione, aunque algo me dice que
sin los sindicatos -que apoyaron en 2011- será difícil. No es que buena
parte del electorado crea que otros pueden cumplir con lo que reclaman,
es que ya saben que estos nunca lo harán, porque lo que no les importa,
lo ningunean, y lo que quieren hacer, no saben cómo.
Martes. El que se calienta pierde.
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