Admirada en algunas personas, despreciada en otras, hay pocos rasgos de carácter tan confusos y de doble filo como la ambición. Generalmente aceptada como un requisito previo para el éxito, no deja de ser ampliamente vista como una mala palabra. Entonces, ¿es una virtud o un vicio?.
Los resultados del estudio On the value of aiming high: The causes and consequences of ambition (Sobre el valor de apuntar alto: Las causas y consecuencias de la ambición) sorprendieron.
Hubo una correlación más fuerte de lo esperada entre la ambición y el éxito educativo y profesional.
Pero quienes llevaban vidas exitosas en este sentido no eran, a pesar de lo que cabría esperar, marcadamente más felices, ni vivían más tiempo.
Y aquellos cuyos logros no correspondían con sus ambiciones vivían de manera menos feliz, y morían antes.
Jorge Luis Borges decía en su poema Muertes de Buenos Aires que: “La muerte es vida vivida, la vida es muerte que viene”. El sentimiento de ser conscientes de la muerte debería impulsarnos a cumplir con nuestros objetivos y hacer más llevadera y menos competitiva la vida para nosotros y para nuestros semejantes.
El problema es que la sociedad de consumo ha inoculado en nosotros un plus de insatisfacción con el fin de transformarnos en los ávidos consumidores que el mercado requiere para su funcionamiento y por eso busca alejarnos del límite que supone el morir con el fin de que no abandonemos la devastadora espiral del consumo que se basa en que nadie esté conforme con lo que tiene y con lo que es y que nadie vea los límites de su propia nadidad.
El mecanismo más humano para negar la muerte es la postergación. Es decir, dilatar decisiones, expresiones o placeres como si el tiempo fuera infinito y nosotros inmortales. “Ya habrá tiempo para todo”, suele decirse. Una de las más graves consecuencias de esta argucia es postergar la expresión de nuestros sentimientos a quienes amamos, de manera que, cuando algún ser querido fallece, nos atormentamos por no haber sido capaces de decir “te quiero”, “gracias” o “perdón”, a pesar de las tantas oportunidades que tuvimos para hacerlo.
Al fin de cuentas pensamos, según el mecanismo de negación, que nadie iba a morir. Para desterrar esta avaricia afectiva, ¿qué mejor que estar conscientes de nuestros propios límites, se conscientes de que nos vamos a morir y que ello podría suceder hoy mismo? Se trata de, como lo plantea en al filosofía budista, de conectarnos con nuestro propio vacío, con la vacuidad que hay detrás de todas las cosas.
UPDATE !!! Relato del Presente: Hospital Electoral
[EXTRACTO]
Y así,
mientras nosotros la miramos de afuera, asoma la verdadera cara de la
campaña: no es por ganar la elección, si no por acomodarse de cara al
futuro y garantizar el estilo de vida que venían llevando. Algunos se
sienten cómodos siendo protagonistas., otros tienen miedo de llegar.
Ambos son el alimento del tercer grupo, esos que se dan por satisfechos
con conservar un segundo plano que les permita seguir mamando la teta
del Estado, sea con un buen presupuesto, o con una hermosa licitación.
Jueves. Cristina zafó. Nosotros seguimos en terapia intensiva.
@
http://hd.clarin.com/tagged/La-salud-de-Cristina
http://humanismoyconectividad.wordpress.com/2007/12/31/muerte/
http://mexico.cnn.com/salud/2012/03/12/la-ambicion-aumenta-el-exito-pero-reduce-la-esperanza-de-vida
http://culttrailers.blogspot.com.ar/2007/11/death-smiles-at-murder-1973.html
Update !!! http://blogs.perfil.com/relatodelpresente/2013-10-10-1805-hospital-electoral/
No hay comentarios:
Publicar un comentario