Por Alejandro Borensztein
27/10/13
Según el monje astrónomo Dionisio el Exiguo (seguramente se hizo
monje para que las minas no lo carguen por el apodo), Jesús de Nazareth
nació en el año 753 contado desde la fundación de Roma. Con ese dato, y
por mandato del Papa Hormisdas, se empezó a calcular el tiempo en la era
cristiana (el Papa Hormisdas es un caso raro, no sólo por el nombre que
le pusieron, sino porque cuando asumió su papado el tipo estaba casado y tenía un hijo,
chiquito, un bebé hermoso). Pero como en aquellos tiempos los métodos
de cálculo eran un poco a la bartola, Dionisio el Exiguo le terminó
errando por varios años. Fue recién en el siglo XVI que los científicos
jesuitas Cristóbal Clavio y Luis Lirio crearon el calendario gregoriano y
rectificaron las cuentas. Posteriormente, diversos astrónomos y
matemáticos fueron desculando cuestiones tales como la rotación de la
Tierra, el ángulo de su eje y así terminaron de organizar la división
del tiempo en horas, días, meses, años, etc.
A toda esa manga de inútiles les debemos el absurdo hecho de que las fechas caigan, cada año, en distintos días de la semana
y, por ende, que los 30 años de aquella primera elección de esta era
democrática, el 30 de octubre del 83, caiga el próximo miércoles en
lugar de caer hoy domingo, como fue en su momento y como debería ser
siempre, si estos ñatos hubieran organizado la división del tiempo como
Dios manda.
De todos modos, creo que hoy domingo 27 es una buena ocasión para festejar los 30 años de aquel domingo inolvidable.
Y qué mejor manera de festejarlo que votando una vez más. No le digo
ganando porque eso ya es más difícil. Y muchísimo más difícil aún, si
usted es parte del único proyecto nacional y popular que existe en la
Argentina (de eso hablaremos otro día).
Aquella jornada del 83 marcó el comienzo de una gran esperanza para quienes teníamos menos de 29 años (un tercio del padrón) y votábamos por primera vez.
En
mi caso personal, ese domingo gané. Y gané lindo. O sea que arranqué el
partido de la democracia con un 1 a 0 promisorio. Nunca hubiera
imaginado que tres décadas después estaría 5 a 1 abajo, contando
sólo las presidenciales (en una no voté porque estaba afuera, pero de
haberlo hecho hubiera obtenido un triunfo vergonzante porque sólo
duraron dos años). Teniendo en cuenta que se vota a presidente cada
cuatro años, necesitaría 20 años consecutivos de triunfos para dar
vuelta el partido y ponerme 6 a 5. Me temo que para entonces me va a importar poco y nada y además, como viene la mano, la veo dificilísimo. Ya un empate me parecería un milagro.
La
campaña electoral del 83 fue apasionante, electrizante, coronada por
dos inolvidables manifestaciones en la Avenida 9 de Julio, una de las
cuales terminó con la famosa quema del ataúd (lo más parecido en estos tiempos sería el “correctivo para la desubicadita”).
Para entonces, la democracia ofrecía dos caminos posibles. Uno era el de Alfonsín,
que venía con las banderas de la democratización del país, el
juzgamiento del pasado sangriento y el rechazo a la autoamnistía que se
habían otorgado los milicos a sí mismos. El otro era el de Luder,
que llegaba a los tiros con la consigna de dejar el pasado atrás, no
andar revolviendo las cosas y convalidar la autoamnistía militar. Por
suerte ganamos nosotros, los buenos, con el 52%. El 40% que sacaron los
otros, teniendo en cuenta que la última experiencia laboral la habían
hecho con Isabel, López Rega y los Montos, fue demasiado premio.
Pensemos que en 2003, los radicales que recién venían de estacionar el
helicóptero en el garage, con la candidatura de Moreau sacaron… ¡¡¡el
2%!!!
A aquella diferencia matemática entre Alfonsín y Luder le debemos la piedra fundacional de esta democracia: el juicio a la Juntas.
También
le debemos el haber conocido la valentía de los jueces que los
condenaron, Gil Lavedra, Arslanian, Torlasco, Valega Aráoz, Ledesma y
D’Alessio; la de los fiscales Strassera y Moreno Ocampo, y la de los
miembros de la CONADEP Ernesto Sabato, Magdalena Ruiz Guiñazú, Favaloro,
Marshall Meyer, De Nevares, Klimovsky, Gattinoni y Graciela Fernández
Meijide, entre otros.
A ese mismo episodio le debemos los gritos de indignación de Alfonsín cuando el Compañero Jefe Néstor dijo en la ESMA: “Vengo
a pedir perdón de parte del Estado Nacional por la vergüenza de haber
callado durante 20 años de democracia tantas atrocidades” llevándose por delante, de ese modo, lo muchísimo que se había hecho hasta ese momento, haciéndose el burro de haber formado parte del gobierno que decretó los indultos, y seguramente de haber votado en el 83 a los que venían a tapar todo.
Por supuesto, también le debemos a esa elección histórica la vergüenza ajena que hoy provoca ver a la falange de propaganda neofascista del gobierno
tratando de demostrar que Gil Lavedra, Sabato o Magdalena son la
derecha conservadora y que Barone y sus amigos son el progresismo.
- Conmigo no, Barone !!!
A medida que se acercaba la fecha, yo estaba cada vez más seguro de que ganaba Alfonsín. Mi viejo venía de otra generación: “No seas ingenuo, siempre gana el peronismo”.
La noche del escrutinio estábamos en familia viendo la tele. Con los
primeros resultados, Alfonsín picó en punta. Mi viejo me miraba como
diciendo: “Esperá un cachito, no te ilusiones que esto recién empieza”
. Cerca de la medianoche, apareció Abelardo Ramos, legendario dirigente
del FIP (Frente de Izquierda Popular), indignado porque según él,
estaban contando sólo los votos de las mesas de Recoleta y Barrio Norte.
“Los coches que andan festejando y tocando bocina son todos Mercedes Benz, ya van a llegar los votos del conurbano” , gritaba el histórico escritor y político.
La
realidad fue que o las urnas del conurbano no llegaron nunca o el
Barrio Norte era inmenso, porque la verdad es que los llenaron de votos
hasta las orejas.
Aquella noche había nacido un nuevo país.
Comentario
al margen: este Ramos es el mismo al que la Jefa confesó recientemente
haber votado en 1973, dato que no me suma nada. Preferiría que me cuente
a quién votó en el 95, pero no creo que lo haga. Los falsos relatos se deshilachan fácilmente con el tiempo, más temprano que tarde.
Pero hoy es un día de fiesta, así que viejo vaya, vote, gane o pierda. Pero cuando salga del cuarto oscuro acuérdese de Don Raúl.
Le debemos más de lo que creemos. Todavía sigo pensando que con la
verdadera democracia se come, se cura y se educa. Probemos. Esto recién
empieza. Treinta años no es nada. Sólo el capricho de una banda de
astrónomos y matemáticos que no tenían nada mejor que hacer que inventar
cosas para complicarnos la vida.
@
http://www.clarin.com/opinion/eleccion-vida_0_1018698179.html
http://comuna8aricc.blogspot.com.ar/2013/09/como-y-que-se-vota-el-27-de-octubre-de.html
http://senoritali.blogspot.com.ar/2012/10/el-ojo-feroz.html
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