Por Alejandro Borensztein
06/10/13
En la vida existen distintos niveles de conflictos. Seguramente, la
existencia misma y la muerte sobrevuelan por sobre todo lo demás. El
amor y la fe posiblemente andan muy cerca. A eso le seguirían la lucha
por la supervivencia, las contradicciones sociales y así sucesivamente
hasta llegar a los menos trascendentes, como cuántos minutos hay que dejar los ravioles en el agua antes de sacarlos, o cuál es la razón por la que Karina Jelinek no se avivó antes.
Sin
embargo, en la vorágine de cada día perdemos más tiempo en preguntarnos
por qué Boca no encuentra un buen marcador de punta derecho, antes que en los conflictos existenciales. Así de estúpidos somos. Lo mismo sucede con la política.
Si
bien el pueblo suele estar preocupado en asuntos menores como la
inseguridad, la inflación o el deterioro de los hospitales, en realidad
los verdaderos líderes son los que se concentran en los grandes temas.
Por suerte en eso andamos fenómeno.
Fue gracias a la Presidenta
que la crisis siria se detuvo a tiempo, o que la reformulación del rol
del Estado en las economías modernas está basada en su prédica ante los foros internacionales. El mundo no se lo ha reconocido aún porque los grandes países también se miran el ombligo y se ocupan de cuestiones menores, como las putas de Berlusconi.
Toda
esta introducción es para explicar que uno de nuestros temas más
importantes es el conflicto con Uruguay. Un país salvaje que nos ha
desafiado desde siempre pero que ahora, por primera vez, enfrenta a un
gobierno que no le va a permitir que se salgan con la suya.
Por suerte el tema está en manos del Chancellor Lord Timerman, un verdadero especialista en conflictos internacionales (en generarlos, obviamente)
y todo hace suponer que esta vez los yoruguas no pasarán. De a poco,
nuestro ministro va poniendo las cosas en su lugar, enfrentando al
pueblo agresor uruguayo y abrazándose con nuestros hermanos iraníes.
Como
un acróbata con los platitos chinos, una cosa no distrae al Gobierno de
las otras. Mientras enfrentamos a los uruguayos, combatimos a los
chilenos, nos animamos con los brasileños, traicionamos a los
ecuatorianos, les tocamos el culo a los americanos y les escupimos el
asado a los europeos. Lo bueno es que aunque cambie el gobierno, lo
hecho en materia internacional llevará décadas revertirlo. El mundo
tiene en cuenta lo que hacen los países, sin considerar cuáles fueron
sus gobiernos.
Pero volviendo a los uruguayos, me permito sugerir algunas acciones para terminar con este paisucho que se niega a aceptar que somos los mejores.
¿Cómo
enfrentar esta amenaza oriental? ¿Cómo provocarles un daño letal? Es
evidente que la política de relaciones carnales con ellos no ha dado
resultados. Pese a toda nuestra prédica, siguen respetando leyes,
sometiéndose a la Constitución de su país, manteniendo la austeridad,
estableciendo políticas de Estado, en fin, tratando de ser serios. Años
mandándoles nuestros programas de televisión, copando sus kioscos con
nuestras revistas, enriqueciéndolos con nuestra farándula, acercándoles cada verano a nuestros ciudadanos más educados y humildes, y aún así estos tipos no aprenden nada.
Es
más, tuvieron un solo golpe de Estado en los últimos 50 años. Nada que
ver con nuestros más de 10 golpes e infinidad de fragotes, planteos y
levantamientos en sólo medio siglo. En lugar de imitarnos, se creen suecos.
Por
eso, el camino es ir al choque. Si bien es cierto que las pasteras
contaminan, no es menos cierto que cualquier gobierno mezquino trataría
de resolver el problema anticipándose, de manera diplomática, sin
estridencias y con bajo perfil.
Por suerte, no es nuestro caso. Aprovechemos el tema entonces para escalar el conflicto y terminar con ellos de una buena vez.
Lo
primero que hay que entender es que ahora tenemos la excusa perfecta:
las pasteras contaminan. Siempre contaminan. No hay control de las aguas
que lo puedan disimular porque Botnia (ahora UPM) contamina aunque la
apaguen, la cierren y la transformen en una Universidad de Greenpeace.
El edificio por sí mismo es un bodoque catastrófico al otro lado del
río Uruguay que contamina visualmente por su sola presencia, alterando
el equilibrio ambiental y arruinando las costas de Gualeguaychú y
nuestras bellas playas del Ñandubaysal. Si los uruguayos construyeran
una fábrica de autopartes en la isla Gorriti frente a las costas de
Punta del Este, entenderían mejor de qué estamos hablando.
Más allá de esto, no les debemos permitir a ellos contaminar nuestros ríos. Para eso estamos nosotros que lo hacemos como los dioses.
No
escatimemos. Yo no dudaría en apostar artillería pesada a lo largo de
toda la costa del Río Uruguay. Y si nos alcanzan los tanques, también en
la del Río de la Plata para amedrentarlos aún más. Detectaría la
ubicación exacta de todos los locales de “La Pasiva”
(tradicional reducto subversivo oriental de panchos y chivitos) para que
sean bombardeados por nuestra Fuerza Aérea. No conozco un solo uruguayo
que pueda sobrevivir más de dos días sin comerse un frankfurter.
Con los mismos ataques aéreos, habría que destruir los famosos prostíbulos legales como el de Naná y tantos otros (yo no los conozco pero me lo contó un amigo).
No
perdamos tiempo. Debemos atacarlos en cuanto lleguen los aviones Mirage
que ya fueron dados de baja por los españoles y que se los estamos
comprando en 200 palos verdes, porque los que tenemos ahora no sirven ni para fumigar.
Ya
mismo deportemos a China Zorrilla, Carlos Perciavalle y Enzo
Francescoli. Quememos los discos de Roos y Drexler. Es la oportunidad para sacarnos de encima a los candombes. Investiguemos a cada argentino que se llame Washington, Wilson, Nelson y Heber. Seguramente son infiltrados.
Ha llegado la hora de la verdad y pienso dar el ejemplo. Debo confesar un pecado de juventud.
Tengo un hijo uruguayo.
Nació en Punta del Este, el muy oligarca. Pero no me va a temblar la
mano a la hora de hacerle tronar el escarmiento. Es más, esta semana he
procedido a detener a Manuelito y lo tengo atado en el lavadero dispuesto a entregarlo a las autoridades pertinentes, en el lugar y momento en que me lo soliciten. Espero hacerlo cuanto antes porque llora. Poco, pero llora.
La hermandad entre los pueblos es un invento de los débiles vomitados por los dioses. Vamos, es ahora o nunca.
Hoy como ayer, Argentinos a vencer.
@
http://www.clarin.com/opinion/acabar-uruguayos-buena-vez_0_1006099540.html
http://www.silvio-berlusconi-fc.com/search/label/Silvio%20Berlusconi
http://elisaserendipity.blogspot.com.ar/search/label/Uruguay
http://es.wikipedia.org/wiki/Conflicto_entre_Argentina_y_Uruguay_por_plantas_de_celulosa
http://uruguayerotico.blogspot.com.ar/
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