Mayo 30, 2014 // Imperdibles
Artículo extraído de www.jorgeasisdigital.comescribe Bernardo Maldonado-Kohen
Temas Económicos, especial
para JorgeAsísDigital
Philippe Amon, el Tío Philippe, es un
filántropo de reconocida generosidad espiritual. Gracias a sus tintas,
Argentina no detiene ni durante un segundo la emisión inagotable de los
billetes de 100 pesos. Hasta anteayer los hacía con el rostro divisorio
de Roca, El Conquistador. Hoy -más “nac y pop”- se tiñen con el rostro
de Evita.
Tío Philippe es el Presidente y Director
del Consejo de SICPA. Se trata de la principal proveedora de tintas de
seguridad. Con su empresa enclavada en la bella Lausanne, en Suiza, y
con el fondo de la poética proximidad del Lago Leman. Tío Philippe se
especializa en expender al universo las tintas más sofisticadas e
inviolables. Como la OVI (la ópticamente variable). Ideal para imprimir
en papel moneda, en patacones de Ruckauf, pasaportes o cheques.
Los kilos de la valiosa tinta OVI que se
consumen son los que legitiman, según nuestras fuentes, la reticencia
nacional para fabricar los billetes más convenientes de 200 pesos. O de
500. Por los que clama, antes que nadie, la realidad. Y luego hasta el
diputado Roy Cortina, que se dejó arrastrar por la cordura socialista.
Para proponer, en medio del vacío, la confección de billetes de 200 y de
500.
Chicos traviesos
Vale aclarar los prioritarios intereses
del entrañable tío tintorero. Ya que comienzan a proliferar los sensatos
que suponen -como el diputado Cortina- que si se producen los billetes
de 200 o 500, se les desmorona más rápidamente el relato (ya está en el
piso). Al reconocerse, en todo caso, la existencia de la inflación. Eso
nunca.
Como la “herida de la vida”, la inflación
es una palabra absurda. Alude a la circunstancia que perfectamente aún
se puede negar, a través de la audaz obcecación de La Doctora.
Por lo que trasciende, La Doctora cree estar doblemente protegida. Primero por Francisco, que le brinda, con paciencia de siglos, el blindaje moral. Y sobre todo también está amparada por un genio. Axel Kicillof, El Gótico. El ministro de Economía le aporta consuelo intelectual.
Independientemente de la incuestionable
genialidad del ministro, y del empecinamiento blindado de La Doctora, si
se persiste en producir los billetes de 100 es, en realidad, para
favorecer la cordialidad eterna del Tío Philippe. Y del bienaventurado
representante local de SICPA, el noble señor Fernández Rey.
Es quien supo instrumentar los
inolvidables tours culturales hacia Lausanne. Y los paseos sobre el Lago
Leman, que fueron bien aprovechados por el prestigioso monotributista
Alejandro Vandenbroele.
Es el ex titular de “El paraíso de The Old Fund”, cliquear. Consagrado Fondo de Inversión que infortunadamente tuvo sus dos primeras facturas anuladas. Pero sólo porque estaban mal hechas.
Aunque la tercera factura fue la vencida.
Los chicos traviesos aquí acertaron. Ocho millones en materia de
consultoría, a los efectos de ayudar a la provincia de Formosa, para que
clarifique sus cuentas con la nación. Abundan los maliciosos
destituyentes que aún sospechan que bastaba, para resolver el asunto,
con un llamado telefónico del gobernador Insfrán al único que maneja las
finanzas. El señor Pesoa.
También viajó a Lausanne, acaso para
sensibilizarse con los dulces paisajes, el fuerte empresario Nuñez
Carmona, ex Nariga. Al que Nico Wiñaski suele llamar siempre “El
millonario”.
Y hasta se anotó alguna vez la señora Katia Daura, que prefiere ser llamada Soledad. Es la titular de la Casa de la Moneda.
Es admirable porque Katia Soledad mantiene firme su lealtad hacia Amado Boudou, El Descuidista, que se encuentra aferrado hoy al cargo de vicepresidente. Sostenido apenas por la misericordia transitoria del juez Lijo, a quien, vaya a saberse por qué, lo llaman El Gordo.
Los Roca y Los Evita
La tinta calcográfica común cuesta
irrisorios cincuenta dólares el kilo. En cambio la tinta OVI, la
refinada del superior Tío Philippe, cuesta tres mil.
La OVI más cara es la tinta que aquí se
utilizó para hacer “los Roca de 100”. Y trasciende ahora que para
confeccionar “los Evita de 100” es necesario utilizar, incluso, más
tinta.
Consta que en 2014 se fabrican
comparativamente seis veces más billetes de 100 de los que se fabricaban
en el 2000. Por entonces, en 2000, en tinta OVI se gastaban cinco
millones de dólares por año.
Hoy, con el advenimiento del cristinismo,
Argentina gasta 34 millones en la misma tinta. Entre dos millones y
medio, o tres millones de dólares por mes.
Si se produjeran los billetes de 200,
como pregona Cortina, se utilizarían considerablemente muchos menos
kilos de tinta. Tal vez la mitad. En desmedro de la generosidad del Tío
Philippe.
Y si se produjeran los billetes de 500
para el Tío Philippe -y sus sobrinos- la fiesta sería distinta. Y su
generosidad menor. Sobre todo en materia retributiva.
La KBA
Pero los chicos traviesos iban hacia
Lausanne no solamente para visitar al atento Tío Philippe de SICPA.
Interesaba también la KBA. Es la empresa que fabrica las soñadas
máquinas de imprimir billetes.
En un principio, cuando era ministro, El
Descuidista se oponía abiertamente a la idea de comprarla. Por una
cuestión de consciencia ideológica. Según su información, el
representante en la Argentina de KBA, el honorable señor Mario
Zilbergleit, no se postulaba para ser su tío. Lo estampillaba, para
colmo, como un tío de Martín Redrado, que por entonces trajinaba al
frente del Banco Central.
Para colmo, un referente católico del
kirchnerismo estaba patrióticamente interesado en llevar adelante la
compra de la KBA. Pero El Descuidista lo paró en seco.
“Es un negocio de Redrado, no jodas más”, le dijo.
Aparte, aquel Boudou no encontraba
motivos valederos para instalar, en la Casa de la Moneda, una planta
impresora con tecnología de KBA (SWISS Holding SA). Sobre todo cuando
los billetes podían hacerse desde Ciccone, aunque, como todos saben, no
conocía de vista siquiera a Vandenbroele. Y “el millonario” Núñez
Carmona se resistía a presentárselo.
Una vez expulsado Redrado del gobierno
que transformó la Argentina, la circunstancia cambiaba. Ya valía la pena
implantar la planta con la tecnología de KBA. Apenas por 30 millones de
dólares. A los efectos de confeccionar los miles de millones de
billetes Evita de 100 que pronto podrán utilizarse para decoración. Con
la tecnología de KBA del Tío Mario y la tinta OVI del tío Philippe.
Para algarabía de los sobrinos que atraviesan, infortunadamente, un deplorable momento político. Y para desgracia de los cajeros automáticos que ya no dan abasto para expedir papelitos de colores. Sin hablar del pesar cotidiano de los “arbolitos” humanos que se plantan por Florida a los gritos de “cambio, cambio”. Arbolitos que disponen de fajos de billetes Evita, si deben desprenderse de 12 Evitas por un miserable billete de 100 dólares.
Para algarabía de los sobrinos que atraviesan, infortunadamente, un deplorable momento político. Y para desgracia de los cajeros automáticos que ya no dan abasto para expedir papelitos de colores. Sin hablar del pesar cotidiano de los “arbolitos” humanos que se plantan por Florida a los gritos de “cambio, cambio”. Arbolitos que disponen de fajos de billetes Evita, si deben desprenderse de 12 Evitas por un miserable billete de 100 dólares.
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