15/06/14
La suerte en el fútbol no existe. La mayoría de
la gente piensa que si la pelota pega en el palo y entra, o pega en el
palo y sale, es una cuestión de suerte. No es así.
Cuando un jugador le pega a la pelota, ésta describe una parábola hasta cruzar el plano del arco en un punto determinado. Ni más adentro ni más afuera. Ni más arriba ni más abajo. El vuelo de la bocha a ese punto preciso depende de innumerables factores, todos mensurables matemáticamente.
A saber: la fuerza de la pegada del jugador, la inclinación del cuerpo al patear, el ángulo con que el empeine le entra, el giro que da el pie cuando impacta, la presión de aire de la pelota, la velocidad del viento, la presión atmosférica, la textura del cuero del botín, la humedad de la media, la destreza del pedicuro, etc., etc. La pelota no vuela a cualquier lugar, no va “más o menos al segundo palo” , ni su destino final depende de la suerte, sino que viaja exactamente al punto preciso al que todas estas variables combinadas la lleva. No hay suerte. Sólo hay jugadores que dominan casi todas estas variables (como Messi), y troncos que no dominamos ninguna (como yo).
En cambio suerte, lo que se dice suerte, es lo que tiene Boudou, porque justo cuando se le estaba quemando el rancho y el resplandor de las llamaradas se veía hasta en El Calafate, arrancó el Mundial y por algunas semanas estaremos mucho más pendientes de Messi y de Agüero que de Vanderfrula y Núñez Carmona.
Tampoco creo que en el fútbol existan las casualidades. Si un país como Brasil se gasta 12.000 palos verdes organizando su Mundial, y a los diez minutos ya va perdiendo contra Croacia, después empata con un zurdazo mordido de Neymar que pega en el palo y entra (qué ojete que tienen), y cuando se les hacía dificilísimo hacer el segundo gol, un árbitro japonés decide entrar en la historia regalándoles un penal, no se puede hablar de casualidades. No te patinás toneladas de dólares (habría que preguntarle a Fariña cuánto pesan 12.000 palos) para que vengan un par de ñatos de apellidos impronunciables, con una camiseta cuadriculada, a arruinarte el asado antes de comerte el primer chorizo.
En cambio, el que sí anda de casualidad en casualidad es Amado. Justo le alquiló su derpa a un tipo que, casualmente, se lo prestó a Vanderfrula, que es el presidente de la empresa que se quedó con Ciccone cuya quiebra se levantó gracias a la ayuda de Boudou. Para colmo, esta empresa sin empleados ni nada, en su primera operación, cobró 7 palos por ayudar a la provincia de Formosa a negociar su deuda en el Ministerio de Economía que dirigía, casualmente, el actual vice. Encima Boudou alquila un derpa que pertenece a otra de las empresas que pusieron guita para levantar la quiebra de Ciccone y como si le faltara algo, su hermano viajaba con pasajes que salían facturados a nombre de la empresa de… Vanderfrula.
Para tratar de salvarlo de estas y otras casualidades (que no existen en el fútbol, pero sí en política), el Gobierno embistió contra el Juez Lijo quien, por otro lado, esta semana la embarró autorizando la personería de un partido neonazi (dicho sea de paso, no entiendo por qué últimamente llaman neonazis a los nazis). Boudou está tratando de correr al juez Lijo y pedir que lo reemplacen por el juez japonés que dirigió Brasil-Croacia.
Al vice tampoco lo ayudan sus antecedentes. Volvamos al fútbol que es más fácil de entender. Supongamos que usted es el 9 de Boca y no para de hacer goles. El club, feliz porque usted es buenísimo, decide venderlo y cobrar kilos de dólares. Pero resulta que por esas cosas de la vida, al tiempo lo compra River y usted de la noche a la mañana se transforma en el 9 Millonario y entra a hacer goles para ellos. ¿Vale? Por supuesto que vale. Así es el fulbo.
Ahora imaginemos que llega el día del superclásico y usted hace el gol del triunfo contra su ex equipo xeneize ¿Vale? Obvio que sí. Lo van a putear como nunca en su vida, pero vale.
Lo que no vale es que después de hacer el gol, bese la camiseta, el escudito, se acerque a la hinchada de Boca y agarrándose las boleadoras les grite: “¡¡Ésta… son la mitad más uno!!
No muñeco, esa no vale, porque el escudito y la camiseta sólo la besan los que la besaron siempre, y usted hoy juega en River pero creció jugando en Boca. ¿Se entiende?
Lo mismo pasa con Boudou. El tipo militaba en los cuadros juveniles de la UCeDé cuando la UCeDé pedía el indulto de los comandantes, reivindicaba la “lucha antisubversiva”, y apoyaba las privatizaciones. ¿Valía pensar así? Ponele que sí. Allá él.
Años después, se aparece sonriendo en el kirchnerismo dando discursos sobre el proyecto nacional, el campo popular y toda esa sarasa. ¿Vale? Bueno, puede ser. Se podría entender que el tipo reflexionó y cambió de opinión sobre algunos temitas. Finalmente no es el único kirchnerista que cambió de opinión sobre algunos temitas. Tiene derecho.
A lo que no tiene ningún derecho es a ponerse la remera de La Cámpora y andar eufórico por la vida con los dedos en V como si fuera John William Cooke, Dante Gullo o Antonio Cafiero. No es así, papi. Así no te va a creer nadie, gato.
A esto en el potrero le decimos falta de código futbolero, y en política se conoce como deshonestidad intelectual. Afuera del Gobierno, todo esto le juega muy en contra. Y adentro ni te cuento. Es fácil suponer que muchos peronistas, cuando lo ven entrar a los tribunales de Comodoro Py, sonriendo y haciendo la V, deben pensar: “¿por qué no te metés los deditos en el upite, querido?” .
El otro asunto que le juega en contra es la gran pregunta que no puede responder. El vice dijo durante un año que no sabía quiénes eran los nuevos dueños de Ciccone. Ahora pide que investiguen la ruta del dinero. La pregunta del millón es: ¿cómo es que siendo ministro de Economía ordenó una ayuda especial para rescatar de la quiebra a una empresa que fabricaba nada más y nada menos que los billetes del país, y nunca se le ocurrió preguntar quiénes eran sus dueños, a quiénes estaba ayudando y quiénes estaban poniendo la guita? Piénsenlo. ¿Y si por casualidad era un grupo de kelpers? Chan ¿Y si era Lanata? Chan chan ¿O Neymar!!??? Chan chan chan.
Mejor no preguntemos más pavadas. Debe ser todo casualidad y mala suerte. Volvamos a lo importante. Hoy arranca la fiesta. Vamos Lio. Vamos Kun. Olvidémonos de todo por un rato. Qué suerte que tiene Boudou. O como diría Pepe Biondi: qué suerte para la desgracia.
Cuando un jugador le pega a la pelota, ésta describe una parábola hasta cruzar el plano del arco en un punto determinado. Ni más adentro ni más afuera. Ni más arriba ni más abajo. El vuelo de la bocha a ese punto preciso depende de innumerables factores, todos mensurables matemáticamente.
A saber: la fuerza de la pegada del jugador, la inclinación del cuerpo al patear, el ángulo con que el empeine le entra, el giro que da el pie cuando impacta, la presión de aire de la pelota, la velocidad del viento, la presión atmosférica, la textura del cuero del botín, la humedad de la media, la destreza del pedicuro, etc., etc. La pelota no vuela a cualquier lugar, no va “más o menos al segundo palo” , ni su destino final depende de la suerte, sino que viaja exactamente al punto preciso al que todas estas variables combinadas la lleva. No hay suerte. Sólo hay jugadores que dominan casi todas estas variables (como Messi), y troncos que no dominamos ninguna (como yo).
En cambio suerte, lo que se dice suerte, es lo que tiene Boudou, porque justo cuando se le estaba quemando el rancho y el resplandor de las llamaradas se veía hasta en El Calafate, arrancó el Mundial y por algunas semanas estaremos mucho más pendientes de Messi y de Agüero que de Vanderfrula y Núñez Carmona.
Tampoco creo que en el fútbol existan las casualidades. Si un país como Brasil se gasta 12.000 palos verdes organizando su Mundial, y a los diez minutos ya va perdiendo contra Croacia, después empata con un zurdazo mordido de Neymar que pega en el palo y entra (qué ojete que tienen), y cuando se les hacía dificilísimo hacer el segundo gol, un árbitro japonés decide entrar en la historia regalándoles un penal, no se puede hablar de casualidades. No te patinás toneladas de dólares (habría que preguntarle a Fariña cuánto pesan 12.000 palos) para que vengan un par de ñatos de apellidos impronunciables, con una camiseta cuadriculada, a arruinarte el asado antes de comerte el primer chorizo.
En cambio, el que sí anda de casualidad en casualidad es Amado. Justo le alquiló su derpa a un tipo que, casualmente, se lo prestó a Vanderfrula, que es el presidente de la empresa que se quedó con Ciccone cuya quiebra se levantó gracias a la ayuda de Boudou. Para colmo, esta empresa sin empleados ni nada, en su primera operación, cobró 7 palos por ayudar a la provincia de Formosa a negociar su deuda en el Ministerio de Economía que dirigía, casualmente, el actual vice. Encima Boudou alquila un derpa que pertenece a otra de las empresas que pusieron guita para levantar la quiebra de Ciccone y como si le faltara algo, su hermano viajaba con pasajes que salían facturados a nombre de la empresa de… Vanderfrula.
Para tratar de salvarlo de estas y otras casualidades (que no existen en el fútbol, pero sí en política), el Gobierno embistió contra el Juez Lijo quien, por otro lado, esta semana la embarró autorizando la personería de un partido neonazi (dicho sea de paso, no entiendo por qué últimamente llaman neonazis a los nazis). Boudou está tratando de correr al juez Lijo y pedir que lo reemplacen por el juez japonés que dirigió Brasil-Croacia.
Al vice tampoco lo ayudan sus antecedentes. Volvamos al fútbol que es más fácil de entender. Supongamos que usted es el 9 de Boca y no para de hacer goles. El club, feliz porque usted es buenísimo, decide venderlo y cobrar kilos de dólares. Pero resulta que por esas cosas de la vida, al tiempo lo compra River y usted de la noche a la mañana se transforma en el 9 Millonario y entra a hacer goles para ellos. ¿Vale? Por supuesto que vale. Así es el fulbo.
Ahora imaginemos que llega el día del superclásico y usted hace el gol del triunfo contra su ex equipo xeneize ¿Vale? Obvio que sí. Lo van a putear como nunca en su vida, pero vale.
Lo que no vale es que después de hacer el gol, bese la camiseta, el escudito, se acerque a la hinchada de Boca y agarrándose las boleadoras les grite: “¡¡Ésta… son la mitad más uno!!
No muñeco, esa no vale, porque el escudito y la camiseta sólo la besan los que la besaron siempre, y usted hoy juega en River pero creció jugando en Boca. ¿Se entiende?
Lo mismo pasa con Boudou. El tipo militaba en los cuadros juveniles de la UCeDé cuando la UCeDé pedía el indulto de los comandantes, reivindicaba la “lucha antisubversiva”, y apoyaba las privatizaciones. ¿Valía pensar así? Ponele que sí. Allá él.
Años después, se aparece sonriendo en el kirchnerismo dando discursos sobre el proyecto nacional, el campo popular y toda esa sarasa. ¿Vale? Bueno, puede ser. Se podría entender que el tipo reflexionó y cambió de opinión sobre algunos temitas. Finalmente no es el único kirchnerista que cambió de opinión sobre algunos temitas. Tiene derecho.
A lo que no tiene ningún derecho es a ponerse la remera de La Cámpora y andar eufórico por la vida con los dedos en V como si fuera John William Cooke, Dante Gullo o Antonio Cafiero. No es así, papi. Así no te va a creer nadie, gato.
A esto en el potrero le decimos falta de código futbolero, y en política se conoce como deshonestidad intelectual. Afuera del Gobierno, todo esto le juega muy en contra. Y adentro ni te cuento. Es fácil suponer que muchos peronistas, cuando lo ven entrar a los tribunales de Comodoro Py, sonriendo y haciendo la V, deben pensar: “¿por qué no te metés los deditos en el upite, querido?” .
El otro asunto que le juega en contra es la gran pregunta que no puede responder. El vice dijo durante un año que no sabía quiénes eran los nuevos dueños de Ciccone. Ahora pide que investiguen la ruta del dinero. La pregunta del millón es: ¿cómo es que siendo ministro de Economía ordenó una ayuda especial para rescatar de la quiebra a una empresa que fabricaba nada más y nada menos que los billetes del país, y nunca se le ocurrió preguntar quiénes eran sus dueños, a quiénes estaba ayudando y quiénes estaban poniendo la guita? Piénsenlo. ¿Y si por casualidad era un grupo de kelpers? Chan ¿Y si era Lanata? Chan chan ¿O Neymar!!??? Chan chan chan.
Mejor no preguntemos más pavadas. Debe ser todo casualidad y mala suerte. Volvamos a lo importante. Hoy arranca la fiesta. Vamos Lio. Vamos Kun. Olvidémonos de todo por un rato. Qué suerte que tiene Boudou. O como diría Pepe Biondi: qué suerte para la desgracia.
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http://www.clarin.com/opinion/Amado-nao-tem-fim_0_1157284261.html
http://www.clarin.com/autor/alejandro_borensztein.html
http://elaguantepopulista.blogspot.com.ar/2014/06/caso-budu-que-es-lo-unico-que-importa.html
http://elhombre3.blogspot.com.ar/search/label/Boudou
http://elpibeperonista.blogspot.com.ar/search?q=boudou
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