Viernes, 30 de mayo, 2014
Anda en moto como la mitad del país, toca la guitarra más o menos,
como casi todos, le gusta la noche como a todos, y se apendeja a los
cincuenta años, como todos. El factor diferenciador de Boudou es la
calidad de sus gustos: no todos los días te cae en Villa Obrera un
universitario rubio de ojos celestes montado a una Harley-Davidson para
pedirte que lo votes.
A este payaso lo presentaron como el “economista con onda”. Porque lo
que importa no es saber qué hacer, sino mandarse las cagadas con onda.
Cuestión de perspectivas, a Cristina le gustó el camino tomado y así
eligió a los sucesores del exministro: porque parecían jóvenes y con
onda.
Sonriendo como adolescente en cabarulo con cuenta corriente, Boudou
fue elegido a dedo y sin consenso del oficialismo. Así y todo, ya
impuesto el paradigma de la mística militante televisiva tras la muerte
del Estadista de la balanza billetera, Aimée fue aceptado, vitoreado y
apoyado por el grueso de los que consideran que militar no es adherir
desde la individualidad del pensamiento crítico, sino obedecer a la
patrona sin miramientos.
Al votante raso rara vez le importa quién va de vicepresidente. Para
que llame la atención, tiene que ser lo suficientemente impresentable
como para opacar la imagen del candidato a Presidente. A los militantes,
en cambio, les importa sólo en función del boludeo fantasioso: si él
pudo, cualquiera puede.
Boudou
es tan berreta que sólo podía ser producto del kirchnerismo. Un
economista liberal, de militancia universitaria derechista, auténtico
banana disco de la noche marplatense ochentosa que nunca en su puta vida
pudo encarar un negocio sin fundirlo y que llegó a las esferas de poder
a fuerza de cagar a sus padrinos, para pegar el salto final
ofreciéndole al gobierno lo único que siempre les interesó: caja. En el
caso de Amado, la consiguió reventando los ahorros jubilatorios de
personas que eligieron seguir en el sistema de capitalización privada,
casualmente, durante este mismo gobierno.
Cuando estalló el escándalo Ciccone, el vicepresidente ya
hacía historia con los billetes de Evita, los primeros en contar con la
firma de su fabricante. Pronto, los culpables del quilombo no serían ni
Boudou, ni Cristina, ni Echegaray, ni el difunto expresidente, sino la
prensa.
Pero el vice es tan barato que podría considerarse un kirchnerista de
outlet, como D’Elía, de quien lo diferencia el lenguaje y la paleta de
colores dérmica. Varios se quedaron boquiabiertos cuando lo escucharon
hablar de mafias, esbirros y corporaciones. Muchos cayeron en la cuenta
que el discurso era el mismo que el del resto del oficialismo, solo que a
Boudou no le da ni para aplicarlo sin quedar como un pelotudo.
Esta mañana, Agustín Rossi volvió a utilizar el mismo argumento
jeropa de siempre: Boudou soportó 300 tapas en contra. Víctor Hugo
también culpó a la prensa opositora, porque la culpa no es de los
impresentables que fabrican los mismos billetes que se chorearán -una
técnica que debería ser patentada como otro gran invento de las pampas-
sino de quienes lo señalan.
La idea resultaría psicopática paranoide, pero tan sólo es delirante:
todos deberíamos quedarnos callados frente a un escándalo de una
quiebra fraudulenta forzada por el Estado para la adquisición de
particulares de una imprenta a la cual se la contrataría para la
fabricación de papel moneda de curso legal. Y deberíamos quedarnos
callados en función de no hacerle daño a El Modelo de concentración de
riqueza con limosna social y base en matriz imprentera.
El concepto que nunca entendieron es el mismo de siempre: pueden
decirnos en qué pensar, más nunca cómo pensarlo. Solo en cabezas
limitadas puede entrar esta idea trasnochada de que a Boudou se lo
cargan porque un Juez Federal, un Fiscal, tres camaristas, otros tantos
de Casación y todos los testigos fueron hipnotizados por los periodistas
para que todos se confabularan en contra de un payaso.
Hubo otro mamerto que levantó sospechas contra el Juez Lijo por
utilizar la indagatoria de Boudou como aguja para pinchar el globo de la
felicidad de ayer, en la que Cristina inauguró unos caños cloacales por
cadena nacional y celebró que pagaremos en cash la deuda del Club de
París.
Es el problema del fin de ciclo: que parece una fábrica recuperada.
Lo que antes era una empresa a todo culo, quedó manejada por aquellos a
los que no les dio el cuero para conseguirse un curro mejor. Deberían
llamarse Kirchnerismo Recuperado por sus Monotributistas, o algún otro
nombre por el estilo como para darle sentido a ese devenir permanente
del aplauso bobo.
Dólar blue contra dólar oficial; artistas K vs. periodistas nafteros;
diez por ciento más rico contra 10 por ciento más pobre. De todas las
brechas que existen, la más interesante y menos estudiada es la de la
imagen kirchnerista: lo que ellos creen que son y lo que en realidad
demuestran.
Con plata sumaron a los más vivos, con discurso convencieron a los
más boludos, y ambos pilares sostienen la revolución oral. Mientras
tanto, Clarín sigue vivito y coleando, Papel Prensa quedó en el olvido,
de los hijos de Ernestina nadie se acuerda -como era hasta antes de
2008-, someten las estadísticas al FMI, lloran al presidente de Estados
Unidos para que nos apoye frente a la Corte de su país, y arreglan la
deuda de Aramburu con el Club de París con el único fin de conseguir
financiamiento a tasas aceptables.
Si tuvieran huevos explicarían dónde estaba el amor recíproco de la
Patria Grande cuando aceptaron el financiamiento venezolano al 15%, si
los cipayos entes crediticios internacionales nos bancan al 3%, pero no
son de dar explicaciones.
Transaron con los capitales internacionales, minaron el Poder
Judicial de adeptos, contrataron a los socios, le dieron laburo a los
amigos, manejaron a discreción los fondos coparticipables, construyeron
viviendas, centraron la economía en el patrón de referencia
internacional, se nutrieron de las exportaciones agropecuarias,
utilizaron la asistencia social como parche para que no se notara que
hacían agua, fueron dialoguistas con los amigos e implacables con los
enemigos, disfrazaron de batallas épicas meros actos administrativos.
Nada que no haya hecho, en mayor o menor medida, cualquier otro
gobierno, y encima lo hicieron mal.
Son un gobierno mediocre, pasatista, improvisado, mersa y berreta. Si
no fuera porque batieron la totalidad de récords olímpicos en todas las
categorías de choreo, sólo quedaría eso: un rejunte de torpes
voluntariosos que, bajo los disfraces de grandes próceres, pretenden
disputar el podio de la historia -y la historia misma- sin haber hecho
otra cosa que boquear y oficiar de policías ideológicos de propios y
ajenos, y que no temen al ridículo, como lo demostró Orlando Barone
cuando quiso correr por izquierda a Martín Caparrós en vivo.
Y si hubo un factor diferenciador para sobresalir del resto de la
mediocridad, es el hecho de haber llevado adelante esta gestión pedorra
con las mejores condiciones económicas internacionales, nacionales,
climatológicas y hasta sobrenaturales, porque el ojete que han tenido
para que la cantidad de muertos no fuera diez veces mayor, no lo ha
tenido nadie en la historia.
Tuvieron hasta los sindicatos a favor, los dólares ingresaron de a
miles de millones, China fue una lombriz solitaria de la soja, el
petróleo se disparó a niveles pocas veces vistos y el oro batió récord
internacional. Al campo se lo pusieron de culo, la política
hidrocarburífera pasó de la exportación a la importación en solo un año
de intervención de Moreno, y el oro se lo entregaron a las
multinacionales, garantizándoles la represión a cuenta del Estado.
Y en eso también tienen culo. Porque si tomamos los índices de 2003 y
los de 2014, el balance da mediocre, medio pelo, de piloto automático.
Pero cuando uno ve la guita que entró y lo que se hizo con ella, no
queda otra que decirles fracasados.
Se merecen pasear por tribunales del mismo modo que nosotros nos
merecemos estar como estamos. Ellos por mersas, brutos e ignorantes
hasta para el choreo -hay que hacer mérito en la idiotez para que una
quiebra fraudulenta la manejen por expediente- y nosotros por votar como
el orto, incluso los que nunca votamos al oficialismo.
Porque ha quedado claro también que, dentro de ese ojete único del
kirchnerismo, también existió una oposición acorde al nivel de
inoperancia supina que, por temor a perder votos de quienes jamás los
votarían, han caído en todas y cada una de las trampas del kirchnerismo,
sea por interés, sea por engaño o, sencillamente, por boludos.
Sólo así se explica que hayan votado y apoyado delirios nacionalistas
y populistas como los que apoyaron. Y en esta no se pueden hacer los
boludos: el que no votó por YPF, votó por Aerolíneas y el que no, lo
hizo por la Universidad de la Madres. Y los pocos que no votaron por
ninguna de estas, sí lo hicieron por esas medidas que utiliza como
caballito de batalla el gobierno para pegarles. En once años vivieron
llorando que el oficialismo los trataba de gorilas, cuando ustedes
acompañaban medidas fundamentales. Once años llorando una y otra vez, de
sesión en sesión.
Y hoy vienen marcando la diferencia entre los que formaron parte del
gobierno, los que acompañaron tibia o activamente alguna de sus medidas,
y los que del Gobierno sólo critican las formas y no las políticas,
demostrando que no les molesta el kirchnerismo, sino los kirchneristas.
Boudou no nos salió caro, nos salió regalado en función de todo lo que pasó. Y en esa, tenemos culo todos.
Viernes. “¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?”
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