Por Carlos M. Reymundo Roberts | LA NACION
No hay nada que hacer: cuando se tiene al frente del
Gobierno a un verdadero hombre de Estado -en este caso, mujer, y qué
mujer-, las cosas, por más complicadas que vengan, terminan
enderezándose. Esta semana ha habido tantos ejemplos que me paro frente a
la realidad y me emociono. Señores, señoras, todos y todas, síganme en
este trepidante recorrido, pletórico de gestos y acciones salidos de una
mente superior. Síganme, Cristina no los va a defraudar.
La clase magistral empezó en la cadena del martes,
cuando, sacada como hacía tiempo no la veíamos, anunció un aumento de
las jubilaciones. Yo no entendía (¡otra vez!) esa combinación de enojo y
buena noticia. Hasta que caí en la cuenta. Ella sabía lo que iba a
pasar: al día siguiente, millones de jubilados que ahora cobran 2700
pesos se lanzaron a las calles presas de un consumismo desenfrenado.
Muchos de esos prósperos abuelos abarrotaron bancos para llenarse los
bolsillos de dólares, lo cual los convirtió en conspiradores. Digamos,
el golpe de la tercera edad, el único golpe que nos faltaba.
Cristina intuyó todo eso porque conoce la naturaleza
humana. Néstor se le apareció un día en Olivos con la novedad de que
acababa de comprar dos millones de dólares. Le llevó muchísimo tiempo
perdonarlo. Lo que nunca le perdonó es haber mandado al exterior los 500
millones de dólares de Santa Cruz. "Dentro de unos años -le gritó-,
cuando sea presidenta, voy a querer usar la cadena para condenar a los
empresarios que fugan divisas y no voy a poder hacerlo."
Es un poco desagradecida, porque si algo le debe a
Néstor es esa familiaridad con el dólar. Fíjense, si no, qué bien
resolvió esta semana la trepada del blue. Agarró a su principal
ministro, su gran gurú económico, Kicillof, el profesor que la deslumbra
con un marxismo de bar de la UBA, y le dijo que ni se le ocurriera
volver a meter las narices en esas cuestiones. "¿Qué hace un intelectual
de tu talla ensuciándose en sórdidos mercados?", lo amonestó con
cariño. Pobre Axel. Fábregas, que usa corbata, no odia al capital, no
habla de especuladores ni quiere hacer la revolución, ha logrado poner
un poco de orden allí donde él estaba pasando vergüenza. Mucha
vergüenza: bromistas impiadosos ya hablan de la gran inversión en el
"dólar patilla", una cuasimoneda que conseguís a dos mangos en la City y
te la compran a 40 en La Cámpora.
Genia, la señora le encontró a Kichi un lugar en el
mundo: le pidió que controle los precios. Al principio me chocó -un tipo
tan preparado ocupándose de los útiles escolares y de firmar acuerdos
en los que no cree ni su mujer-, pero me convencí cuando vi el éxito de
su misión. Y él está feliz. Siempre aspiró a ser un Moreno más
sofisticado, con mayor sustento ideológico.
A Boudou también le encontró un lugar. "Si quería
Ciccone tendrá Ciccone para rato. Un buen juicio no se le niega a
nadie", hizo saber la Presidenta, generosa, a sus contactos en la
justicia federal. Amado no se preocupó por el pedido de indagatoria,
sino al leer que fuentes del Gobierno prometieron que no le iban a
"soltar la mano". En ese mismo momento sintió como que ya le faltaban
los dedos. Llamó para preguntarme qué sabía yo o qué sabía Paz Rodríguez
Niell, la periodista del diario que dio la primicia de la indagatoria.
Le dije lo que pienso: "Has hecho todo una carrera riéndote. No pierdas
esa frescura. ¡Pum para arriba! Pum para arriba al que se meta en tu
camino. Ya te cargaste a un fiscal, a un juez y a un procurador. Volvé a
hacer la gran Boudou. Y amenazá con hablar: no sos precisamente un
pensador, pero sabés muchas cosas". Agradeció el consejo, y también la
sinceridad con que juzgué sus dotes intelectuales.
Qué ironía. Pum para arriba, santo y seña de Tinelli, y
le hicieron estallar por los aires su proyecto de convertir el viejo
programa "Fútbol para todos los kirchneristas" en un nuevo ciclo,
llamado "Fútbol para Todos". Otra vez la señora poniendo a la gente en
su lugar. Con la ingenuidad que le conocemos, Marcelo creyó que sabía
más de fútbol y de televisión que Máximo Kirchner. Creyó que los tiempos
de la propaganda política, altar en el que Víctor Hugo se inmola cada
día, habían pasado. Creyó que era más fuerte que La Cámpora y que Hebe.
Creyó que Vignolo y Varsky eran mejores que Vicente y Apo. ¡Creyó en el
poder de Capitanich! Marcelo, perdón que te lo diga: te creíste todo y
esto era una jodita para "VideoMatch".
Sólo una cuestión se le escapó del radar a la señora.
En el Congreso de Estados Unidos, demócratas y republicanos dijeron
cosas espantosas de nosotros: que estamos a las puertas de otra gran
crisis económica, que no pagamos las deudas, que avanzamos sobre la
Justicia y la libertad de expresión, y que somos sospechados de
narcotráfico y lavado de dinero. Para coronar, una oprobiosa
comparación: nos ven peor que a Corea del Norte. Todo eso se dijo
durante la audiencia en la que evaluaron al candidato a embajador en
Buenos Aires, Noah Mamet. Como se sabe, Mamet logró su postulación
después de haber sido un hábil recaudador para la campaña presidencial
de Obama.
¿Un hábil recaudador? Señora, no todo está perdido en ese frente: con él nos vamos a entender muy bien.
@
http://www.lanacion.com.ar/1662349-boudou-y-tinelli-pum-para-arriba
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