viernes, 8 de noviembre de 2013

¿Qué aprendimos de nuestras crisis económicas?

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Jueves 7 de Noviembre de 2013 

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Celestino Rodrigo, ministro de Economía de Isabel Perón durante 50 días, pasó a la historia por el famoso rodrigazo que fue un aumento de tarifas de servicios públicos, tipo de cambio y salarios que intentó, a mi juicio en forma poco prolija, corregir el problema que había heredado de la inflación cero de Gelbard y que Alfredo Gómez Morales, su antecesor en el cargo, no se animó a encarar.

En efecto, a principios de 1973, con Cámpora transitoriamente en el poder, Gelbard implementó una política económica que supuestamente era de inflación cero, basada en controles de precios, salarios, tipo de cambio y tarifas de los servicios públicos, en ese momento prestados fundamentalmente por empresas estatales que, obviamente, tenían pérdidas.



Como ocurre con todos los planes basados en el control directo o indirecto de la estructura de precios relativos, control que intenta disimular por un tiempo las ineficiencias del sistema productivo y los desequilibrios del sector público, en algún momento son insostenibles y alguien tiene que asumir el costo de hacerse cargo de destapar la olla. En 1975 ese costo lo pagó Celestino Rodrigo.

Si bien hay diferencias económicas y políticas con aquellos años, hoy estamos en la etapa intermedia entre lo que en su momento hizo Gelbard y el costo que posteriormente asumió Celestino Rodrigo.

 Ejemplo, montados sobre una inflación que en el primer bimestre de este año se proyecta al 35% anual, hay un stock de subsidios que gatillan el aumento del gasto público. Por ejemplo, en 2006 los subsidios al sector energético fueron de $ 4.032 millones y en 2009 llegaron a $ 15.944 millones. El sector transporte, que en 2006 tenía subsidios por $ 1.876 millones, recibió en 2009 $ 11.584 millones. El total de subsidios y préstamos del sector público al sector privado pasó de $ 8.800 millones en 2006 a $ 33.300 millones el año pasado.

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La pregunta es: ¿se animará el gobierno a desmantelar este monstruo antes de 2015? Obviamente que la respuesta se acerca más al no que al sí. Es más, desmantelar este esquema implica subir fuertemente las tarifas de los servicios públicos (boleto de colectivo, tren, subte, energía eléctrica, gas, etc.) en el medio de una inflación que apunta al 35% anual. Sabemos que los Kirchner suelen redoblar la apuesta, pero también sabemos que cuando los problemas se ponen feos suelen refugiarse en El Calafate.

La segunda pregunta es: ¿qué diferencia hay entre este esquema de aumentar el gasto público para cubrir las pérdidas de las empresas con subsidios y el financiamiento que, en otros años, le daba el tesoro a las empresas públicas con tarifas retrasadas? Respuesta: ninguna.

Obviamente que no es ésta la única causa de aumento del gasto público, pero como muestra del lío que ha hecho el gobierno basta con este simple ejemplo.

Si el gobierno va a tratar de esquivarle el bulto al tema de las tarifas de los servicios públicos, también es muy probable que termine sacrificando el llamado tipo de cambio competitivo dejando que la inflación termine de comerse la devaluación de 2002. En rigor ya se la comió. Y aclaro que no estoy de acuerdo con una política de peso depreciado ni apreciado, pero para el gobierno el peso depreciado era el centro de su “modelo de crecimiento con inclusión social”.

¿Qué ocurrirá entonces? Que las empresas tendrán las ineficiencias propias del sistema tributario, la legislación laboral, el gasto público, etc. y no serán “compensadas” con un dólar caro. Al mismo tiempo, Moyano ya ha dicho que no puede negarse la inflación, con lo cual los aumentos de salarios comienzan en un piso del 25% y llegan a un techo del 40% dependiendo de los sectores. Como además el costo del capital es alto en Argentina y el arreglo de la deuda no solucionará el problema del costo del capital porque hay demasiada inseguridad jurídica para invertir en el país, el modelo ajusta por precio o cantidad en el mercado laboral. Esto quiere decir que si los aumentos de salarios se disparan demasiado, el modelo ajusta por cantidad de gente ocupada. Si aumentan por debajo de la tasa de inflación, el modelo ajusta por caída del ingreso real, menor consumo interno y caída en la actividad.

¿Entonces? Lo más probable es que el gobierno use la expansión monetaria como mecanismo de sostener la ocupación convalidando aumentos de precios y salarios y, de paso, sostener un gasto público infinanciable. Entramos así en la típica carrera de salarios y precios, quedando postergado el tema tarifas y tipo de cambio para el momento del rodrigazo final, si es que este esquema aguanta hasta el 2011.

Por más que Boudou y Randazzo se gasten la garganta diciendo que no hay inflación, ellos saben que la suba de precios ya está fuera de control, a pesar de los métodos tipo KGB de Moreno. 

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Sabemos que la inflación se acelera. También sabemos que el gobierno usará al Central como fuente de financiamiento vía emisión monetaria. Y además sabemos que la oposición quiere que los Kirchner se hagan cargo de la fiesta que armaron y que los Kirchner no quieren pagar la fiesta.

En el medio está la gente que huye del peso como si fuera la peste porque sabe que cada día que pasa puede comprar menos bienes y servicios con la misma cantidad de pesos.

Estamos en el medio del trayecto entre la inflación cero de Gelbard y el rodrigazo. El argumento de que son los empresarios y los comerciantes los que aumentan irresponsablemente los precios ya lo conocemos de memoria. Es la típica jugada de sacarse de encima la responsabilidad que tiene el gobierno de haber incentivado la inflación para hacer un populismo tradicional y muy poco imaginativo con relación a las políticas populistas del pasado. Es típico que a la hora de tener que pagar los costos del populismo, el gobierno busque responsables fuera de su esfera, lo que no quiere decir que el problema sea resuelto inventando culpables fuera del BCRA.

En definitiva, en los próximos meses veremos como el gobierno sigue redoblando la apuesta en materia de acelerar la inflación y negarla. Pero también sabemos cómo es el final de esta película, por más que el gobierno siga diciendo que estamos con inflación cero como en los años de Gelbard.




“Carcel del Pueblo: Jacobo Tirmerman” (Articulo publicado el 21 de junio de 1973)
“El Banco de los Graiver” (Articulo publicado el 28 de junio de 1973)
“El Caso Gelbard” (Articulo publicado el 20 de octubre de 1973)

Cámpora carecía de un esquema político propio. Su equipo se reducía a su hijo, Héctor; al íntimo amigo de su hijo, Esteban "Bebe" Righi, y a su sobrino, Mario Cámpora, que tuvo una destacada carrera diplomática. Próximo a este grupo estaba el nacionalista católico Juan Manuel Abal Medina, de estrecha relación con la UOM, que había sido designado, también en 1971, secretario general del Movimiento. Otro allegado a Cámpora, peronista histórico como él, fue Raúl Garré. De un modo más o menos directo, ese haz de colaboradores fue reciclado por el kirchnerismo. Righi, actual procurador general de la Nación, y Mario Cámpora integraron aquel Grupo Calafate fundado por Kirchner en 1999. Abal, además de ser padre de su homónimo, el vicejefe de Gabinete, es un interlocutor frecuente de la Presidenta. Y Garré era el padre de Nilda Garré, la actual ministra de Seguridad que, en 1973, fue electa diputada nacional (separada de Roberto Copello, se unió después a Abal Medina).

Salvo en el caso de Righi, que ocupó el Ministerio del Interior, el gabinete de Cámpora estaba dominado por Perón, con dos figuras principales: José López Rega en Bienestar Social, y José Ber Gelbard en Economía.

La relación entre Cámpora y Perón quedó fisurada desde la asunción del nuevo gobierno. Ese día, el penal de Devoto fue tomado por los presos, muchos de ellos condenados por secuestros y atentados políticos, que impusieron una inmediata liberación. El Congreso la convalidó con una apresurada ley de amnistía. La política exterior también adoptó un giro hacia la izquierda de modulaciones antiimperialistas, muy acordes con la época, pero desagradables para Perón: en la reunión interamericana de Lima, entre junio y julio de 1973, la delegación argentina propuso la incorporación de Cuba a la OEA y la expulsión de Estados Unidos. Felipe Solá, actual candidato a la presidencia, estuvo entre los que elaboraron esa posición, que defendió el embajador Jorge Vázquez.

Perón colmó su desdén hacia Cámpora cuando, de regreso definitivo del exilio, debió aterrizar en Morón debido a que, en Ezeiza, las facciones de la izquierda y la derecha peronista habían desatado una matanza. Sobre la violencia de aquel 20 de junio de 1973 sigue abierto un debate histórico en el que todas las explicaciones son conspirativas. Lo cierto es que, a los pocos días de llegar, Perón comenzó a organizar la salida de Cámpora y su propia postulación para reemplazarlo. Hay dos libros imprescindibles para conocer la caída en desgracia de Cámpora y el enfrentamiento de Perón con las organizaciones de izquierda: Medio siglo de política y diplomacia , de Benito Llambí, y El escarmiento , de Juan Bautista Yofre. También sobran los testimonios orales para ilustrar el desprecio de Perón. Los médicos recordaban que, ya muy enfermo, el General sometía al presidente Cámpora a largas amansadoras, mientras seguía disfrutando en la TV su programa favorito: Tatín. Como se ve, el de Daniel Scioli no es el único caso, ni el más severo, que documenta cómo la cultura peronista permite que el ejercicio de la jefatura incluya malos tratos.

El 13 de julio, Cámpora renuncia para dejar la presidencia en manos de Raúl Lastiri, yerno de López Rega, que llama a elecciones. El 23 de septiembre de 1973, por el 62% de los votos, Perón es elegido presidente, secundado por su esposa Isabel. Dos días después, los Montoneros asesinan a José Ignacio Rucci, su hombre en la CGT.

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Perón se empecinó todavía más en poner orden. En algunas cartas habla, refiriéndose a los guerrilleros, de "exterminar a los pocos psicópatas que quedan". El 1º de Mayo de 1974 expulsó a los montoneros de la Plaza de Mayo. La persecución de los grupos insurgentes llevó a la creación de una fuerza parapolicial, la Alianza Anticomunista Argentina (AAA), que, en manos de López Rega, prefiguró a los grupos de tareas de la represión ilegal de la dictadura posterior a 1976.

Cámpora languideció como embajador en México. Se despidió en Ezeiza pronosticando un triunfo del socialismo. El 29 de junio de 1974 debió presentar la renuncia. Perón se la aceptó, sin siquiera agradecerle los servicios prestados. Cuando se produjo el golpe del 76, Cámpora se asiló en la embajada de México, país en el que se refugió tres años más tarde, y donde murió de cáncer, en 1980. Terminó sus días mientras gestionaba un viaje a Washington para denunciar las violaciones a los derechos humanos cometidas por el gobierno militar. Las relaciones con los antiguos montoneros se rompieron de mala manera en el compartido ostracismo mexicano.

El rol histórico de Cámpora está hoy bastante claro. Su extraordinario sometimiento a Perón lo había convertido en el candidato ideal para encabezar un gobierno vicario. Pero esa misma condición le impidió sofocar un vendaval caótico y violento como el que ensangrentaba a la Argentina en 1973. Las dificultades de ese intento no podían ser más evidentes: un mes después de la asunción de Cámpora, Augusto Pinochet pasaba sobre el cadáver de Allende y tomaba el poder en Chile. Concebido en Madrid como marioneta de Perón, Cámpora terminó siendo el títere de un proceso que se tragó al mismo Perón y, más tarde, al sistema democrático.

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http://economiaparatodos.net/que-aprendimos-de-nuestras-crisis-economicas/
http://elmuseovirtualdelcuped.blogspot.com.ar/2010/05/celestino-rodrigo-en-el-cuped.html
http://www.ruinasdigitales.com/blog/que-decia-militancia-peronista-de-david-graiver-en-1973/
http://www.diasdehistoria.com.ar/content/el-11-de-marzo-de-1973
http://profesor-daniel-alberto-chiarenza.blogspot.com.ar/2010/07/13-de-julio-de-1973-el-presidente.html

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