Por Ernesto Tenembaum
En voz baja, en los ascensores, en algunos pasillos, los compañeros me preguntaban: ¿pero estos, cuándo se van? Después, cuando me los cruzaba en un despacho ni levantaban la vista para que los jefes no los acusaran de haberme mirado. Ese fue el régimen de terror en el que viven los trabajadores”.
El miércoles por la mañana, la matemática Marcela Almeyda describía de esa manera lo que pasó en el Indec desde enero de 2007, cuando Guillermo Moreno intervino el instituto y empezó, junto a un red de funcionarios y sindicalistas cómplices, una de las peores historias de estos años, por orden naturalmente del mismo poder político que ahora decidió prescindir de sus servicios premiándolo con un exilio dorado.
Almeyda era la encargada del Índice de Precios al Consumidor, el famoso IPC, hasta que Moreno irrumpió con gente armada en el instituto. Ella, junto a Cinthia Pok, Graciela Bevacqua y otros trabajadores y sindicalistas decidieron que no debía haber impunidad para este tipo de atropello y decidieron pelearla, desde la absoluta intemperie que sufre un trabajador cuando es desplazado de esta manera por el poder, en todos los frentes. Demandaron ante la Justicia, marcharon en la calle, testimoniaron en los medios y en el Congreso, hablaron ante audiencias minúsculas o más numerosas, donde y cuando quisieran o se animaran a escucharlos.
La caída de Moreno es una historia política importante pero esconde una aún más trascendente, al menos en opinión de quien escribe estas líneas, y que refleja el poder de quien no tiene poder, si es persistente, tenaz y valiente como lo fueron estas mujeres que el martes recibieron emocionadas la información de que Moreno se iba del país.
Cualquiera que conozca de cerca esa pelea, como tantas otras, lo sabe: es difícil resistir a una patota de esta naturaleza. Nadie se quiere meter: miran para abajo cuando te acercás. El poder siempre da la impresión de ser eterno. Las personas que resisten pasan por momentos de enorme soledad y aislamiento. Sus problemas son sólo suyos, que se arreglen. Los viejos amigos se alejan, compañeros de toda la vida no hablan para defenderte, y es impresionante la manera en que personas insospechables van adoptando lentamente el lenguaje del patotero: no es tan grave, la vida sigue, cómo molestan con temas personales, es que están deprimidos, enojados, despechados.
Además, en casos como estos, siempre hay colegas, quiero decir, periodistas dispuestos a difundir cualquier miseria con tal de quedar bien con la patota o, peor, porque hay causas más importantes que no deben reparar en temas menores como aprietes, mentiras, amenazas o despidos. Son, por ejemplo, los que deslizaban que los trabajadores que resistían a la patota estaban arreglados con “las consultoras” sin ofrecer una sola prueba de semejante infamia.
Es posible imaginar el desprecio que les debe haber generado a esos laburantes ver a Moreno pavonearse por la televisión pública, elogiado por sus periodistas, sin que nadie se atreviera siquiera a insinuar una pregunta sobre las patoteadas, porque era un héroe, alguien demonizado –eso decían– por los medios hegemónicos, un patriota incansable, como lo definió el miércoles Aníbal Fernández, otro patriota incansable.
–Dale, Guillote, explicanos cómo va a funcionar el blanqueo, vos que sabés de todo.
–Bárbaro. Mirá lo que te digo: hasta los argentinos van a querer ver a su suegra de tan contentos que van a estar.
–Jajajá, Guillote, sos tan gracioso y tan didáctico. Con razón no te invitan más seguido a la televisión y te demonizan.
No está claro cómo quedará la estructura de poder del Indec ni qué pasará con la patota de funcionarios, sindicalistas y barrabravas que lo inundó, muchas veces, a punta de pistola. Será una de las primeras pruebas para evaluar, como mínimo, la humanidad del nuevo ministro de Economía: ¿convalidará a las patotas o a las personas que resistieron con integridad este disparate?, ¿a los burócratas o a los científicos honestos, íntegros e idóneos que jamás hubieran negado a tres de cada cuatro pobres que existen en el país o difundido que en la Argentina se puede comer con 6 pesos por día?
Los técnicos del Indec que resistieron el matonismo y que el martes celebraban con emoción la caída del jefe de los matones protagonizaron una historia que, realmente, los excede. No trataba sólo sobre el Indec. Cuando una persona sin poder decide resistir un atropello, y lo hace durante mucho tiempo, y encima sobrevive a su victimario, eso es, sencillamente, un ejemplo de que es posible hacerlo: con todo el costo personal del mundo, con todas las dificultades e incertidumbre, son gestos que quedan marcados en muchos otros que están mirando y dudan y entonces, quizá, duden un poco menos. El viernes, sin ir más lejos, gran parte de los trabajadores del tren Sarmiento exhibirán uniformes pidiendo Justicia para la tragedia de Once, resistiendo las presiones del ministro de Transporte que no quiere ni oír hablar del tema.
Es muy triste, en este contexto, que algunos jóvenes repitan que Moreno es un patriota y esas cosas sin hacer ni el más mínimo análisis de sus métodos ni tampoco de los resultados de sus políticas fallidas. Es la juventud que supieron conseguir: ni una crítica, ni un planteo, ni siquiera ante las peores miserias. Sólo saben cerrar filas. Por eso, quizá, tantos otros jóvenes empiezan a buscar caminos distintos, como se vio en las últimas elecciones.
Luego de treinta años de democracia, la sociedad argentina muestra una y otra vez que tiene recursos para disputar aun las decisiones más necias de los distintos poderes, el político entre ellos. Uno de esos recursos, por suerte, es una prensa muy activa que tiene actores para todos los gustos. Hubo periodistas que en estos años difundieron con tenacidad y sin retroceder –no importa las difamaciones de las que eran objeto– las patoteadas del Indec, la corrupción en el ámbito ferroviario, la humillación a la que se sometía diariamente a la gente para viajar antes y después de las tragedias, las declaraciones juradas, las condiciones en que fue asesinado Mariano Ferreyra, los nombres de los múltiples muertos por represión o por patotas vinculadas al poder, los hechos de connivencia con empresas poderosísimas, entre otros, del propio Guillermo Moreno. Esos canales sirvieron, una vez más, para que las víctimas de este hombre tuvieran canales donde expresarse.
Entre ellos figura el trabajo de Gustavo Noriega, un colega que escribió un libro sobre la lucha de sus compañeros del Indec, donde él había trabajado. El día que lo presentó, en la Feria del Libro, una patota interrumpió el acto a sillazos: eran barrabravas contratados por el Indec. Curiosamente, tantos intelectuales, artistas y periodistas que firman solicitadas para un barrido o un fregado, no sintieron que era necesario repudiar semejante ignominia.
Los muchos kirchneristas que se sienten aliviados por el desplazamiento del patriota incansable deberían analizar si el modelo de periodismo que promueve el Gobierno favoreció a la patota o a los trabajadores que la resistían.
El Gobierno no dejará de presionar a empresarios por el hecho de que se vaya Moreno: quizás ahora lo haga incluso con más eficiencia y criterio. Además, los empresarios son tan mansitos: mientras los laburantes del Indec resistían, ellos temblaban ante Moreno, se postraban ante él, y se dejaban gritonear. No es por eso que Moreno era criticado. Esa era la excusa.
A muchos les gusta hablar de grandes causas, procesos históricos, contradicciones principales y secundarias. Muchas veces, lo hacen para tapar pequeñas o grandes miserias como estas.
Las pequeñas historias personales de resistencia dejan marcas que, quizá, sean más importantes en la vida de personas. Gente común que cierto día, como le sale, traza una línea: hasta acá, de acá no pasan. Así de sencillo. Así de conmovedor.
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http://veintitres.infonews.com/nota-7862-politica-Patriotas.html
http://hombresderadio.blogspot.com.ar/2008/03/ernesto-tenembaum-ni-en-chiste-soy.html
http://patriotaargentino.blogspot.com.ar/
http://www.infonews.com/autores/24/ernesto++tenembaum/
http://www.lapoliticaonline.com/noticias/val/87962/moreno-arma-su-propia-tropa-y-le-hace-sombra-la-campora.html
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