domingo, 3 de noviembre de 2013

Notas sobre pensamiento racional, científico y lógico / Aristóteles y sus errores

El pensamiento lógico-racional comienza su largo proceso de separación del pensamiento mítico en la cultura occidental en las polis griegas del siglo VI a.C., de la mano de los filósofos presocráticos, que centran su atención en la pregunta por el funcionamiento físico del cosmos, y por su origen desde el caos. Estos pensadores, no exentos de rasgos míticos, pretenden comprender el mundo que les rodea acudiendo a elementos observables, como el agua o el fuego, sobre los que la razón pueda detectar regularidades expresables en leyes, de manera que el ser humano entienda el cosmos como algo previsible, no como el fruto de los caprichos de seres sobrenaturales.

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El descubrimiento del orden subyacente bajo las apariencias es el punto de partida del pensamiento racional. De esta manera, la cultura griega, debido a su relativa libertad y a una religión no excesivamente intransigente, genera en primer lugar la escuela de Mileto, tres autores (Tales, Anaximandro y Anaxímenes) que intentan explicar la multiplicidad fenoménica reduciéndola a las regularidades de un primer principio observable (agua, ápeiron, aire).

Empédocles de Agrigento, por su parte, ampliará esta reflexión señalando que las “raíces” o elementos deberían ser cuatro (agua, aire, tierra o fuego), en conjunción con dos fuerzas de atracción o repulsión a las que dará nombres míticos (Fobos y Eros), mientras que Heráclito volverá a señalar al fuego como elemento primordial, si bien de una manera que pretende ser alegórica de la importancia que este autor otorga al devenir en el cosmos. Parménides de Elea y su discípulo Zenón darán comienzo a la metafísica con su argumento sobre la imposibilidad lógica del cambio y su intransigente conclusión que nos lleva a desechar los sentidos y a aferrarnos a un monolítico Ser-Uno.

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También hay que señalar a los pitagóricos, que descubren asombrados la exactitud matemática y ese asombro les lleva a una fusión entre lo sagrado y lo racional que fascinará a Platón.

Anaxágoras de Clazomene y Demócrito de Abdera darán lugar a dos maneras muy diferentes, y muy influyentes, de hacer cosmología: el primero de ellos señalará la importancia de las explicaciones teleológicas, debido a que la materia sola no podría haber formado el Cosmos desde el Caos sin la intervención de una Inteligencia superior. Por su parte, el padre del atomismo señalará a los griegos que precisamente eso es lo que sucede, y que todo debe ser explicado racionalmente en base a la materia (átomos) y sin buscar ninguna finalidad, sino de manera mecánica. Esa disputa entre mecanicismo y finalismo ha recorrido hasta hoy la historia de nuestro pensamiento.

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El debate entre Sócrates y los sofistas dará un rumbo nuevo a la filosofía, que pasará a interesarse ante todo por las cuestiones ético-políticas. Sócrates negaría ser maestro de nada, pero su actitud de infatigable búsqueda de verdades absolutas, siempre desde el diálogo para llegar desde la crítica a las opiniones particulares a la verdad común, marcará profundamente a Platón. La educación socrática pretende facilitar que cada uno dé a luz sus propias ideas (Mayéutica) y sea capaz de lanzarlas a la crítica común (dialéctica), desde el reconocimiento de la propia ignorancia y la convicción de que nuestro intelecto dirige nuestra conducta. Platón pretenderá completar la aporética filosofía socrática.

A vueltas con Sócrates ... La filosofía como defensa

«Sólo sé que no sé nada», comenta Sócrates, y se trata de una afirmación que hay que tomar -a partir de lo que Platón y Jenofonte contaron acerca de quien la profirió- de modo irónico, «Sólo sé que no sé nada» debe entenderse como: «No me satisfacen ninguno de los saberes de los que vosotros estáis tan contentos. Si saber consiste en eso, yo no debo saber nada porque veo objeciones y falta de fundamento en vuestras certezas. Pero por lo menos sé que no sé, es decir que encuentro argumentos para no fiarme de lo que comúnmente se llama saber. Quizá vosotros sepáis verdaderamente tantas cosas como parece y, si es así, deberíais ser capaces de responder mis preguntas y aclarar mis dudas. Examinemos juntos lo que suele llamarse saber y desechemos cuanto los supuestos expertos no puedan resguardar del vendaval de mis interrogaciones. No es lo mismo saber de veras que limitarse a repetir lo que comúnmente se tiene por sabido. Saber que no se sabe es preferible a considerar como sabido lo que no hemos pensado a fondo nosotros mismos. Una vida sin examen, es decir la vida de quien no sopesa las respuestas que se le ofrecen para las preguntas esenciales ni trata de responderlas personalmente, no merece la pena de vivirse». O sea que la filosofía, antes de proponer teorías que resuelvan nuestras perplejidades, debe quedarse perpleja. Antes de ofrecer las respuestas verdaderas, debe dejar claro por qué no le convencen las respuestas falsas. Una cosa es saber después de haber pensado y discutido, otra muy distinta es adoptar los saberes que nadie discute para no tener que pensar. Antes de llegar a saber, filosofar es defenderse de quienes creen saber y no hacen sino repetir errores ajenos. Aún más importante que establecer conocimientos es ser capaz de criticar lo que conocemos mal o no conocemos aunque creamos conocerlo: antes de saber por qué afirma lo que afirma, el filósofo debe saber al menos por qué duda de lo que afirman los demás o por qué no se decide a afirmar a su vez. Y esta función negativa, defensiva, crítica, ya tiene un valor en sí misma, aunque no vayamos más allá y aunque en el mundo de los que creen que saben el filósofo sea el único que acepta no saber pero conoce al menos su ignorancia.

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Los sofistas serán el contrapunto relativista del pensamiento socrático, pues ellos cuestionarán la validez universal de toda idea humana, al situar las a todas en el lado del nómos (convención), opuesto a la Physis (naturaleza). Nuestro conocimiento es tan limitado que nunca podemos estar seguros de ninguna verdad, de manera que la actividad más útil sería la retórica, el arte de convencer acerca de cualquier cosa, porque todas nuestras verdades puede ser que estén equivocadas. Este relativismo y uso de la retórica encajan perfectamente con un planteamiento político democrático, su hábitat político.

De ese debate sobre el carácter absoluto de las verdades accesibles a la razón o su carácter relativo y convencional será testigo privilegiado Platón, en el cual la injusta ejecución de su maestro reafirmará la convicción de que el hallazgo de las Ideas absolutas y universales es la finalidad última del ser humano, y sobre ellas debe asentarse tanto la vida individual como la organización política. En esa concepción de las Ideas, pero alejado ya de la modesta búsqueda socrática y de su diálogo en común con otros, Platón fundará su filosofía, uno de cuyos puntos principales es la consecución de un orden político justo y estable, basado en la Idea inmutable de la Justicia. Aplicando sus creencias en la inmortalidad del alma, Platón propondrá ordenar la polis en función de las tres almas que posee el individuo, de manera que cada uno pueda encontrar en ella acomodo.

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Aquellas personas en las cuales el deseo de saber sea muy fuerte (alma racional) deberán ser quienes gobiernen la polis, que de esta manera podría caracterizarse como una aristocracia filósofos, o de un filósofo. Quienes encuentren dentro de sí que las pasiones nobles son muy fuertes, deberán defender la polis, obedeciendo a sus dirigentes, y finalmente la mayoría del pueblo, que centra su existencia ante todo en la satisfacción de sus pasiones concupiscibles, deberá dedicarse a los trabajos manuales necesarios para el sostenimiento material del conjunto, obedeciendo en todo momento las leyes, y siendo conscientes de cuál es su lugar. De esta manera se conseguiría una polis justa y estable, el gran anhelo de este filósofo.

Aristóteles supondrá la culminación del periodo clásico, pues sabrá sintetizar en un sistema coherente y de enorme influencia numerosas aportaciones de sus predecesores, armonizadas por la originalidad de sus ideas: desde los cuatro elementos clásicos de los presocráticos, a la importancia de las Formas que le enseñó Platón, todo ello visto desde la óptica del desarrollo desde la potencia al acto, en uno de los primeros intentos occidentales de comprender racionalmente el cambio del mundo que nos rodea.

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Aristóteles: el pensamiento racional, científico y lógico


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Dijo Arthur Bertrand Russell que Aristóteles manifestaba que las mujeres tenían menos dientes que los hombres; aunque se casó dos veces, nunca se le ocurrió comprobar esta afirmación examinando la dentadura de sus esposas.”

Este comentario de Russell sobre la concepción de la mujer en Aristóteles confirma que las luces y las sombras son habituales en todo pensador, por muy alta que sea su inteligencia, y que ésta difícilmente puede ir más allá de los límites que le impone su propia cultura y el tiempo que le toca vivir.

Desde las cumbres de los siglos XX y XXI, que alguna vez serán ladera, es posible justificar, aunque no compartir, algunas afirmaciones que han realizado pensadores de todo tipo y condición a lo largo de la historia, y que hoy no nos parecen nada afortunadas.

El hecho de que Aristóteles dijera también que por naturaleza unos nacen amos y otros esclavos, lo que realmente demuestra es que cada cual es hijo y deudor de su tiempo vital, y que aunque posea probablemente la mente más privilegiada de ese momento, no puede salir totalmente de las coordenadas espaciales y temporales en que transcurren sus vivencias.

Las vivencias de Aristóteles comienzan en el año 384 a. C. en una pequeña localidad macedonia próxima al monte Athos, llamada Estagira, localidad de donde proviene el sobrenombre de este pensador: el Estagirita.

Su padre Nicómaco era médico de la corte de Amintas III, abuelo de Alejandro Magno, y pertenecía a la familia de los Asclepíades, que se reclamaba descendiente del dios fundador de la medicina y cuyo saber se transmitía de generación en generación, por lo que cabe pensar que Aristóteles fue iniciado en los secretos de esta ciencia y es posible que de ahí le viniera su afición a la investigación experimental y a la ciencia positiva, tan alejadas de la literatura platónica.

A los 17 años  fue enviado a Atenas para estudiar en la Academia de Platón, en la que estuvo alrededor de 20 años. A la muerte de Platón, se marchó a la ciudad de Axos en compañía de Xenócrates de Calcedonia y de Teofrasto, discípulo y futuro heredero del legado aristotélico. Allí pasó Aristóteles tres años apacibles y fructíferos, dedicándose a la enseñanza, a la escritura y a la vida familiar.

Cuando Hermias fue asesinado, Aristóteles se trasladó a Mitilene, en la isla de Lesbos, dedicándose al estudio de la biología. Dos años más tarde fue contratado por Filipo de Macedonia para que se hiciese cargo de la educación de su hijo Alejandro, que tenía por entonces 13 años.

Parece que en el carácter de Alejandro, con el tiempo Magno, como el coñac, no hicieron mucha huella las enseñanzas del maestro, que predicaba la prudencia y la virtud, que nunca debería ser radical ni extremosa. Pero según  sus contemporáneos, Alejandro era arrogante, bebedor, cruel, vengativo e ignorante, cualidades que, desde luego, se alejaban bastante de las enseñanzas que pudiera haberle transmitido el de Estagira.

Parece que a los políticos, poderosos y conquistadores no les hacen mucha mella ni mucha gracia las cuestiones éticas, los valores o la vida virtuosa; tampoco parece que las cosas, tristemente, hayan cambiado demasiado con el tiempo, pues en la actualidad asistimos al espectáculo deprimente y sombrío que nos muestra esa misma falta de valores en los que, precisamente, por los cargos que ocupan, deberían no sólo tener, sino fomentar.

En el 334 se traslada a Atenas, donde funda, en compañía de Teofrasto, el Liceo, una institución pedagógica que durante años compitió con la Academia platónica en la enseñanza de la filosofía.
Los años que median entre su regreso a Atenas y la muerte de Alejandro Magno, en el 323, fueron aprovechados por Aristóteles para llevar a cabo una profunda revisión de una obra que, como dijo Hegel, constituye el fundamento de todas las ciencias, pues Aristóteles fue un gran sintetizador del saber, tan atento a las generalizaciones que constituyen la ciencia como a las diferencias que distinguen a los individuos entre sí.

La amplitud y la profundidad de su pensamiento son tales que hubo que esperar dos mil años para que surgiese alguien de talla parecida. Durante todo ese período, su autoridad llegó a ser tan incuestionable que tanto en filosofía como en ciencia, todo intento de avance intelectual tuvo que empezar con un ataque a cualquiera de los principios de su pensamiento.

Sin embargo, la senda que han seguido los escritos de Aristóteles hasta alcanzar su actual importancia es tan asombrosa que, aun descontando lo que la leyenda haya podido añadir, tiene todos los ingredientes para un argumento de novela de suspense y aventuras, parecida a la que imagina Umberto Eco en su novela El nombre de la rosa, que gira en torno a los crímenes que se cometen en una abadía y que tienen que ver con un libro que mata o por el que matan: el segundo libro de la Poética de Aristóteles, que habla de la comedia y que, según unos, se perdió en el tiempo y, según otros, nunca fue escrito.

Pues bien, a la muerte de Alejandro, en el 323, se extendió por la ciudad de Atenas una oleada de nacionalismo antimacedonio, lo que le supuso a Aristóteles enfrentarse a una acusación de impiedad. Aristóteles, para evitar un segundo crimen contra la filosofía, se exilió a la isla de Calcis, en la isla de Eubea, donde murió en el año 322 a. C.

Según la tradición, Aristóteles le cedió sus obras a Teofrasto, que se las cedió a su vez a Neleo, quien las envió a casa de sus padres en Esquepsis sólidamente embaladas en cajas y con la orden de que las escondiesen en una cueva para evitar que fuesen requisadas con destino a la biblioteca de Pérgamo.
Muchos años después, los herederos de Neleo se las vendieron a Apelicón de Teos, un filósofo que se las llevó consigo a Atenas. En el 86 a.C., en plena ocupación romana, Sila se enteró de la existencia de esas cajas y las requisó para enviarlas a Roma, donde fueron compradas por Tiranión el Gramático.

De mano en mano, esas obras fueron sufriendo sucesivos deterioros hasta que, en el año 60 a.C., fueron adquiridas por Andrónico de Rodas, el último responsable del Liceo, quien procedió a su edición definitiva. A él se debe, por ejemplo, la invención del término «metafísica», título bajo el que se agrupan los libros VII, VIII y IX y que significa, sencillamente, que estas obras están colocadas en los estantes a continuación, o más allá, de los libros de física.

Cuando se produce la caída del imperio romano, las obras de Aristóteles, como las del resto de la cultura grecorromana, desaparecieron, y no fue hasta bien entrado el siglo XIII que fueron recuperadas por el árabe Averroes, quien las conoció a través de las versiones sirias, árabes y judías. Del total de 170 obras que los catálogos antiguos recogían y atribuían al maestro de Estagira, sólo se han salvado 30, que vienen a ocupar unas 2.000 páginas impresas.

Por Joaquín Paredes Solís

Los Errores de Aristóteles


A pesar de la importancia que tuvo el pensamiento del filósofo Aristóteles (384-322), su filosofía también contiene muchos errores, opiniones erróneas y puntos de vista muy “raros”.

Algunos de ellos son:

Mantuvo la teoría de que los objetos voladores (lanzas, flechas, etc.) son movidos por la atmósfera.

Otro de sus errores fue que los objetos pesados caen más rápidamente que los sutiles, y que los objetos se aceleran al caer porque se alegran de aproximarse a la Tierra.

Según él, los seres humanos, las cabras y los cerdos tienen más dientes en los individuos del sexo masculino que en los del femenino. La sangre de las mujeres es más espesa que la de los hombres. El corazón es la fuente orgánica de las sensaciones y de la inteligencia humana.

Mientras que otros filósofos griegos, Alcmeón, Demócrito e Hipócrates, veían en el cerebro el centro de la actividad intelectual de las personas, Aristóteles, decía que el cerebro es simplemente un órgano corporal encargado del enfriamiento de la sangre.

Sostuvo la teoría de que las distintas especies de animales surgieron por generación espontánea, decía; “como ocurre con los gusanos en la carne podrida o los insectos en el barro”. Estaba convencido de que las moscas tienen cuatro patas.

Creía que la mitad izquierda del cuerpo humano es más fría que la derecha. Que el ser humano es el único animal que tiene músculos en las extremidades inferiores y que las personas que tienen la cabeza grande duermen más que el resto.

Todo estos “errores” se supone que retrasaron el avance científico durante muchos siglos.

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http://alarcosfilosofia.wikispaces.com/file/view/Panorama+F%C3%ADa+Antigua.pdf
http://blogs.hoy.es/masalladelanoticia/2013/02/13/aristoteles-el-pensamiento-racional-cientifico-y-logico/
http://filosofiariojucar.blogspot.com.ar/search/label/Esto%20es%20Filosof%C3%ADa
http://noloseytu.blogspot.com.ar/2013/01/los-errores-de-aristoteles.html
http://raymondpronk.wordpress.com/2012/01/31/plato-apology-of-socrates-videos/

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