Jueves, 20 de marzo, 2014
La Presi anda por Europa, en el marco de la gira “Todo lo que juré no
hacer”. Sentada en el Vaticano, al lado del capo de la Iglesia, la
terrateniente multimillonaria hotelera pidió por la unidad
latinoamericana y que haya dignidad para los más humildes. Si bien la
monada ya ha demostrado que nada es difícil de digerir y que pueden
pasar de putear a la iglesia genocida a vitorear al Papa Peronista, uno
se pregunta cuáles son los parámetros de humildad que utilizarán. Con el
resto de la frase, nos podemos despedir del plan Dignidad para Todos.
Ya en La France, Cris gestionó personalmente un arreglo con el Club
de París. Luego de cinco años de amagues, daba la sensación de que
Hollande no agarraría viaje ni aunque le dejaran a Simón de garantía,
pero luego del video de Zannini llorando al pagar una napolitana a
caballo con un Boden, los franceses aflojaron.
Por dos días, la Presi no se cruzó con Martín Insaurralde y Jessica
Cirio, la triste damnificada de la inseguridad ajena que tuvo que
mudarse a Puerto Madero porque una vecina le contó que a un fulano de
por ahí le afanaron el celular en Palermo. Insaurralde dibujó la
situación al afirmar que Puerto Madero es el punto medio entre Lomas de
Zamora y Palermo, aunque en realidad sea Constitución. Lo cierto es que
el autor de “hay inflación” ahora volvió por más y afirmó que “algo de
inseguridad hay”.
De este lado del Atlántico, la inseguridad ya forma parte de nuestras
vidas. Al llegar a casa, la patrona nos pregunta cómo nos fue en el
laburo, si nos agarró el paro de bondis, si quedó algo en el cajero y si
el que nos apunta con la pistola se queda a comer. En medio de esta
cotidianeidad de puertas abiertas a cualquier amigo de lo ajeno, al
gobierno le pareció buena idea empezar a debatir el anteproyecto de
nuevo Código Penal.
En
lo particular, el proyecto no me parece tan tremendo. Es más, me
extraña que Sergio Massa, recién recibido de la facultad de Derecho,
desconozca cuestiones tan básicas como que las penas alternativas a la
prisión ya existen desde hace añares: las llamamos suspensión de juicio a
prueba (a.k.a. Probation o probeiyon). En mis años de judicial, mi
probeiyon favorita era mandar a los procesados a que laburaran de
ordenanzas en una comisaría.
En el proyecto, se fija un máximo de tres años de pena como base para
poder cambiarlo por tareas comunitarias, entre otras cosas. Exactamente
lo mismo pasa con el resto de las penas: la mitad en las condenas
menores a diez años, dos tercios en las que las superen. Pasa en la
actualidad. Hoy, bajo las mismas condiciones, también son excarcelables
sin mayor requisito que presentarse ante el juzgado una vez al mes.
También existe la prisión domiciliaria para ancianos. Ahora la
quieren fijar en 75 años, hasta entonces será de 70. Interesante, porque
una vez más dejan por escrito que la mayoría de los militares
procesados y condenados deberían estar en sus casas, amparados en que la
ley es pareja para todos.
En el anteproyecto de Zaffaroni, incluso aparece la
imprescriptibilidad de delitos cometidos durante la función pública. No
más impunidad por el mero paso del tiempo. Irónico es que uno de los
principales damnificados de este puntito sea el amigo personal de
Eugenio, Amado Boudou.
Propias de una ley escrita por políticos, muchas de las
“innovaciones” apuntan a cuestiones relacionadas con la prensa: divulgar
información secreta, publicar cuestiones referentes a la intimidad de
las personas -adiós a los videos de Florencia Peña- y, de un modo
contrario a la voluntad de Cristina, el proyecto vuelve a sancionar las
calumnias e injurias. Curiosamente, el que impidiere la libre
circulación de un diario, tiene la mitad de la pena de todos los
“delitos” que pudiera cometer la prensa. Antes, seis meses en cana, a
futuro, sólo una multa de 5 a 50 días.
Más allá de eso, las penas no han cambiado radicalmente. Los máximos
se mantuvieron y, si quieren criticar algo, se redujeron los mínimos,
por lo cual, muchos delitos podrían ser reemplazados por penas
alternativas. Al igual que ahora, pero por escrito.
Incluso,
me parece maravilloso que se ponga luz sobre esa nebulosa de la que, en
pos de la libertad, muchos avivados se aprovechan: la propiedad
intelectual. Me llena de gusto que le enchufen una pena de 6 años de
prisión a quien distribuya o almacene obras literarias o artísticas
ajenas bajo cualquier soporte, sea dvd, blu-ray, pendrive, el rígido de
la computadora, un archivador online, billetes de Evita o afiches de
Cristina, Cobos y Vos.
Lamento si alguno se siente herido en sus sentimientos, pero si
alguien pensó una historia, la escribió en un libro, la grabó en audio, o
la filmó, es lógico que quiera disponer de la misma como quiera, y no
como lo deseen los demás. Esto de tratar de fachos a los del FBI por
cerrar el sitio de un gordo que se hizo multimillonario choreando el
laburo de otros, es un tanto pelotudo. Mucho más pelotudo resulta cuando
se escucha la queja en boca de quienes defienden toda libertad, aunque
esta incluya la libertad de no pagar por lo que le pertenece a otro.
Siempre me resultó curioso: si un tipo nos chorea el auto, hay que
matarlos a todos. Pero si alguien me impide tener gratis lo que le
pertenece a otro, es una violación a mis derechos. Más curiosas son
algunas justificaciones, como el que sostiene que el cine está caro,
cuando en dólares sale lo mismo que hace 15 años, o los que afirman que
los discos salen un huevo, cuando hoy pagan siete dólares lo que hace
una década abonaban más del triple. Y todo esto junto, no supera al
pensamiento de “es caro, me lo choreo” más propio de los lúmpenes que
critican, o al que festeja “nunca haber pagado por una canción”. Tengo
el triste deber de informarles que son tan idiotas que pagaron igual, y
lo hicieron a la persona equivocada, a menos que también se cuelguen del
servicio de internet.
Desprecian a los manteros, se ríen del que compra trucho, se indignan
ante una cometa que permita que un oficial haga la vista gorda, se
enfurecen ante cualquier hecho que implique una trampa a la legalidad.
Ahora, cagarse en el laburo de miles de personas, pareciera ser un canto
a la libertad.
Volviendo al código penal en sí, lo que me jode es caer nuevamente en
la pedorrada de darnos un sistema suizo para un país con los recursos
de Uganda. Imponerle a un penado que no pueda salir de los límites de su
municipio es algo interesante, sobre todo a la hora de ver quién carajo
lo controlará. El espíritu básico del antiguo código no cambió en el
proyecto: las penas son para resociabilizar, no para castigar. O sea,
guardamos al delincuente el tiempo necesario para que aprenda a convivir
en sociedad y pueda reinsertarse. Partiendo de este punto, la
eliminación de la reincidencia, es un delirio: si vuelve a delinquir,
muy resocializado no quedó.
Igual, convengamos que no estamos preparados para nada de esto.
Queremos castigo, queremos a los presos bien adentro y que no salgan
never in the puta life. Tan a ese punto podemos llegar que a un pibe que
tuvo un accidente automovilístico a los 21 años y cumplió su condena,
hoy, con 33 años, y cagándose en todas las leyes, derechos y garantías,
ninguna provincia se anima a darle un registro de conducir. Castigo.
Castigo puro. Porque sí.
El
código es tan hermoso como perverso es el sistema. Las cárceles son un
desastre y la libertad condicional es mandarlos al mismo ambiente que
fomentó que fuera a la cárcel. Una de las grandes falencias que tiene el
sistema penal argentino son las cárceles, verdaderas muestras de un
país que ya no está, en las que un pibe puede caer por robo y sale
capacitado para organizar una toma de rehenes, además de haber
potenciado su odio hacia la sociedad de una manera atroz. ¿Quieren penas
de 15, 20, 50 años? En algún momento saldrán. Y con el presupuesto
destinado al sistema carcelario, les puedo asegurar que preferirán que
nunca hubieran entrado.
Educando al soberano. Más allá de mi admiración por
Roberto Pettinato padre, suponer que las cárceles argentinas eran una
bosta hasta que llegaron los peronistas es verso, además de una
injusticia hacia personas admiradas por él mismo Petti original, como
Juan José O’Connor o Giuseppe Ingegnieri. Desde la segunda mitad del
siglo XIX, Argentina se caracterizaba por tener un sistema carcelario
modelo y único en el mundo.
La primera cárcel modelo argentina –y pionera mundial- fue inaugurada
por Avellaneda en 1872 y había sido planificada durante la gestión de
Sarmiento, quien también había impulsado el Reglamento para Cárceles, un
mamotreto que establecía un régimen de trabajo para los presos
procurando el aprendizaje de oficios bajo un régimen disciplinario
innegociable. O laburabas, o laburabas. Para horror de los que hoy
difunden recibos de sueldos de presos, ya en el siglo XIX el empleo
dentro de la cárcel era remunerado y, principalmente, obligatorio.
Pettinato, 70 años después, creó la Escuela Penitenciaria de la
Nacion y fue el encargado de idear e implementar la primera
reglamentación verdaderamente progresista en materia carcelaria del
siglo XX, que creó, entre otras cosas, establecimientos acordes para
mujeres embarazadas y menores de 21 años, e impuso la obligatoriedad de
la alfabetización.
No
debería indignarnos un recibo de sueldo de un preso. Cobran por
trabajar, mientras aprenden a ganarse el mango. Si quieren indignarse,
pueden hacerlo con las reglamentaciones posteriores, que dicen que la
alfabetización y el trabajo intracarcelario son opcionales, amparados en
la doctrina progreconservadora de que no se puede obligar a un ser
humano a que haga algo que no quiere, aunque ello conlleve una
autolimitación perpetua en la marginalidad. No estudiaban ni trabajaban
afuera, ¿Para qué hacerlo adentro?
La ciudad de Ushuaia fue construída por presos. En la ciudad de
Rawson los presos construyeron el mismo penal, una escuela, las oficinas
de guardia, los talleres y las enfermerías. ¿Quién toleraría, hoy, ver a
un preso construyendo una escuela fuera de la cárcel?
Tan avanzados estábamos que éramos convocados a dar seminarios por
todo el mundo y, durante el gobierno de Frondizi, Argentina adhirió a
las “Reglas Mínimas para el tratamiento de Reclusos” de la ONU,
impulsadas ante dicho organismo por el mismísimo Pettinato en 1955. O
sea, lo que la ONU imponía en el mundo, ya lo aplicábamos desde
Avellaneda y Roca.
Si
las cárceles federales actuales parecen hoteles cinco estrellas al lado
de los penales provinciales se debe a los dos Complejos Federales
modelo de la actualidad (Marcos Paz y Ezeiza) que fueron construídos
durante el gobierno de Menem sobre planos que quedaron de los equipos
formados por Pettinato, al igual que la Unidad 31 –mujeres-, el Complejo
Federal para Jóvenes Adultos, y el Complejo Federal III, en la
provincia de Salta, inaugurado por Kirchner y diseñado hace décadas. El
resto del Servicio Penitenciario Federal también tiene cárceles modelo,
pero de otros siglos: la Unidad 9 fue inaugurada en 1888; el penal de
Formosa en 1897 y la cárcel de Río Gallegos en 1904.
En lo particular, no tengo idea cómo se resuelve la inseguridad. Lo
que sí tengo bien en claro que creció exponencialmente junto a la
cultura de la marginalidad, esa que dice que la cumbia villera es el
tango de los arrabales modernos, esa en la que matar a un rati, andar
zarpado, aspirar poxi y cosificar a las minas es “una expresión cultural
de los sectores humildes”. También tengo bien en claro que junto con el
delito crecieron a pasos agigantados las villas -casi 900 entre capital
y conurbano- y que allí dentro no gozan de ninguna posibilidad de
conseguir honestamente lo que desean al consumir las mismas publicidades
que nosotros. También tengo bien en claro, pero recontra en claro, que
un mocoso de ocho años, con la contextura física de cinco años, que
pasea por las calles repartiendo estampitas no tiene futuro de
oficinista u obrero, si es que sobrevive la adolescencia.
Pero si hay algo que tengo más claro que nada, es que durante estos
últimos años hubo mucha guita en Argentina, que por distintos motivos,
los ricos se hicieron más ricos, la clase media subió y bajó, y que el
único crecimiento que tuvieron los pobres, fue en cantidad. Y
paradójicamente, los que vinieron a fundar una nueva nación igualitaria,
sin amos extranjeros, sin represión de la protesta social y sin
criminilización de la pobreza, terminan su ciclo transando con los
organismos financieros, reprimiendo y con las cárceles superpobladas de
pobres. Y todos gobernados por una confederación de impresentables
incapaces de justificar una declaración jurada, paseando por Comodoro Py
mientras los manteros ideológicos defienden la inclusión, que a esta
altura se limita a incluir a cada vez más gente en la marginalidad de la
que nunca podrán salir.
Publicado por
relatodelpresente
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http://blogs.perfil.com/relatodelpresente/2014-03-20-2295-de-codigos-indignados-y-avivados/
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http://indiepolitik.blogspot.com.ar/2014/03/la-venganza-del-papa-francisco-contra.html
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