Entre las dudas que no despejó Capitanich, ni tampoco Axel Kicillof, era si la reducción del impuesto alcanzaba o no al "dólar tarjeta" y a las ventas de efectivo para turismo.
Los periodistas de televisión presentes mostraron más tarde una suerte de comunicado que se les había repartido diciendo que sí, que la reducción del pago a cuenta de ganancias regiría también para el "dólar tarjeta". Minutos más tarde informaron que había una segunda versión del papel que no incluía la rebaja al "dólar tarjeta".
Kicillof despejó todas las dudas. Entrevistado por el relator de fútbol Víctor Hugo Morales señaló que todas las compras con tarjeta de crédito en el exterior y al adquirir billetes para turismo se pagaría sólo el 20%, en vez del 35 por ciento. Morales le explicó específicamente por esos puntos y el ministro aclaró en cada uno de los puntos que existía la reducción.
Hoy en la entrevista publicada en Página 12 dio marcha atrás y dijo que la compra en efectivo para turismo y los gastos en divisas con tarjeta seguirán pagando 35% como anticipo de ganancias.
La grabación de la entrevista del viernes todavía está disponible en el sitio web de radio Continental.
El problema insoluble de la comunicación K
Por Pablo Sirvén | LA NACIONPor las pintitas negras sobre el blanco inmaculado de su vestido, no faltaron los pícaros que se divirtieron al asociar a la presidenta honoraria Cristina Kirchner con Cruella de Vil, aquel pérfido personaje de Disney que se hacía sus tapados con piel de perritos dálmatas.
Bromas aparte, la mandataria cada vez menos ejecutiva reapareció sólo para anunciar un nuevo subsidio en una suerte de feliz burbuja donde todo fueron sonrisas y aplausos, mientras afuera el país ardía en más de un sentido. Tal vez fue un holograma de ella misma porque no tocó ninguno de los asuntos que preocupan por estas horas a los argentinos (inflación, dólar, paritarias, crisis energética, protestas sociales, etc.). Su discurso podría haber sido pronunciado en 2011 o en 2015, por su atemporalidad y desconexión con los temas acuciantes de la realidad.
Más allá de esa aparición, y de las próximas que haga en la cumbre de la Celac, en La Habana, la tercerización de hecho de la comunicación presidencial en un subalterno (el jefe de Gabinete) es la mayor novedad en los diez años y ocho meses que lleva la facción peronista al frente del poder desde entonces.
Hasta los problemas de salud de la jefa del Estado, en octubre pasado, se había caracterizado por un dominio centralizado, absorbente y personalista de sus líderes máximos (Néstor y Cristina Kirchner), apenas complementados, con intermitencias, por voceros secundarios ("los Fernández", Aníbal y Alberto, hasta el conflicto con el campo; luego Aníbal solo y periódicamente con participaciones estelares de Julio De Vido).
Según los humores de cada momento, suben o bajan en la trascendencia pública Amado Boudou, ahora presidente invisible y frizado , y Axel Kicillof, atufado porque la realidad no se adapta a su gusto, pero todavía con peso para hacerse oír. Aleatoriamente pueden sumarse otros ministros (Randazzo, Rossi) o algunas "espadas" legislativas (Kunkel, Diana Conti, Pichetto, etcetera).
El intento nepotista, que funcionó con éxito entre los dos integrantes de la pareja presidencial, no se transfirió con la misma fluidez y fuerza a otros miembros de la familia, como la desangelada Alicia Kirchner y, menos todavía, operó en el introvertido Máximo, en tanto que Florencia ya eligió ponerse del lado de atrás de las cámaras, también en absoluto silencio público.
Capitanich quiso heredar el aura presidencial para proyectarse en la carrera de 2015, pero sus propias limitaciones lo encorsetan en un formato de vendedor a domicilio o de call center : locuacidad externa, pero de contenido escaso, opaco y poco convincente. Anteayer quedó más a la intemperie que nunca con su telegráfico anuncio de la marcha atrás a medias del cepo cambiario.
Además lo condiciona el sistema informativo opresivo y de naturaleza escondedora que exhibe el kirchnerismo, con sus estadísticas distorsionadas y/o desactualizadas, funcionarios callados que sólo abren sus bocas para hablar ante auditorios cautivos o medios "amigos" que no les opongan dificultades argumentativas. Los que son propensos a irse de boca incurren en bloopers continuos por la falta de sustentación de sus dichos y las permanentes contradicciones, o en desopilantes lapsus que desnudan justo lo que más pretenden disimular.
Con la sufrida sobreexposición permanente de Capitanich, por fin se entendió la causa de la introversión natural del kirchnerismo, a excepción de su verborrágica líder, Cristina Kirchner, que ahora administra con cuentagotas la repetición constante de consignas y mitos idealizados de la tarea gubernamental producidos desde 2003.
No se dialoga realmente con el periodismo, al que se lo ningunea o se le responde con ironías, difamaciones o eufemismos irritantes, del tipo "adecuación cambiaria" .
La falta de un plan maestro -lo que se denomina "modelo" son meras contingencias que más allá de incentivar el consumo vía subsidios, se improvisan sobre la marcha- impide a los funcionarios explayarse con sinceridad sobre sus problemáticas. Se trata de un gobierno negador que sólo se permite visiones idílicas de sí mismo y que considera destituyente hasta la más mínima crítica.
Precisamente, entre otros temas, los investigadores Luciano Elizalde y Mario Riorda abordan, desde un plano más genérico, este tipo de situaciones en su libro Comunicación Gubernamental 360 (La Crujía, 2013).
Allí alertan que la "vaguedad y pluralidad de objetivos, junto a la dispersión de tareas" en las gestiones gubernamentales de este tenor, supone "restricciones para la autonomía y la flexibilidad y una relativa vulnerabilidad externa por su exposición", situación que tiende a agravarse constantemente por los "quiebres en la planificación por planes disruptivos de los líderes, así como variaciones de personalidad de los propios líderes".
El error garrafal en la comunicación K consiste en negar cualquier dificultad por nimia que sea. Consideran que es mejor ocultar o disimular los problemas para no alarmar a la población. El efecto que consiguen es exactamente el contrario: la negación persistente de todo lo que anda mal inquieta o enoja más a la sociedad porque interpreta que o bien el Gobierno no se da cuenta de lo que sucede o, peor todavía, que no tiene voluntad de solucionarlo.
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http://www.lanacion.com.ar/opinion
http://www.lanacion.com.ar/1658740-marchas-y-contramarchas-una-contribucion-a-la-confusion
http://www.lanacion.com.ar/1658625-el-problema-insoluble-de-la-comunicacion-k
http://quehagoconmispesos.blogspot.com.ar/
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