domingo, 5 de enero de 2014

Haciendo Historia: La renuncia que hundió al país

LA RENUNCIA DE CHACHO ALVAREZ CAMBIO EL ESCENARIO DE LA POLITICA
“Es una crisis terminal en el vínculo con la gente”

El vicepresidente renunció a última hora de la tarde pero el día fue un hervidero. El secretario general de la Presidencia, Alberto Flamarique, dejó el cargo con apenas 24 horas de gestión. Lo reemplazó Carlos Becerra. Fernando de Santibañes y José Genoud siguen en sus puestos. El presidente Fernando de la Rúa habló por cadena nacional y dijo: “Aquí no hay crisis”. 

Después de leer la histórica renuncia a la vicepresidencia se abrazó con su esposa, Liliana Chiernajowsky.

Por Fernando Cibeira

 t.gif (862 bytes) Luego de un día para el recuerdo, el vicepresidente Carlos “Chacho” Alvarez renunció ayer a su cargo como consecuencia del cambio de gabinete dispuesto el jueves por el presidente Fernando de la Rúa. Chacho confirmó su decisión –que se conoció al mediodía– por la noche, con un duro discurso en el Hotel Castelar. “Respeto las determinaciones del Presidente, sin embargo no puedo acompañarlas en silencio porque son contradictorias con las decisiones que vengo reclamando en el Senado”, argumentó. Tanto el Gobierno como Alvarez aclararon que la Alianza seguirá existiendo, aunque la fortaleza de lo que quedó de la coalición se verá en los próximos días. La determinación de Alvarez provocó una crisis en la Rosada, donde, por momentos, se vivieron escenas de sainete. En los veinte minutos previos al comienzo del acto de Alvarez, corrió la versión de tres renuncias aunque luego sólo quedó firme la del efímero secretario general de la Presidencia, Alberto Flamarique. De la Rúa cerró la jornada con un mensaje por cadena nacional. “Aquí no hay crisis”, aseguró.

Alvarez habló junto a su mujer, la legisladora Liliana Chiernajowsky, la primera en saludarlo cuando terminó. El segundo fue el jefe de Gobierno porteño, Aníbal Ibarra, quien llegó junto al ahora ex vice. Chacho parecía emocionado y ya en algún momento le había flaqueado la voz. Agradeció a quienes desde temprano habían ido hasta su casa a darle su apoyo. También a los que estaban en el Castelar, en su mayoría simpatizantes y dirigentes del Frepaso. Aunque aclaró que su renuncia debía interpretarse como un gesto de lealtad al Presidente, luego no abandonó el tono áspero. “Estoy convencido de que estamos en una crisis terminal en la forma de hacer política, del vínculo entre la política y la gente”, enunció. A cada párrafo, lo interrumpían con aplausos.

El jueves, después de la jura del nuevo gabinete, Chacho se había reunido con su círculo íntimo para analizar la movida de De la Rúa que lo había desairado abiertamente, confirmando en su cargo al jefe de la SIDE, Fernando de Santibañes, y promoviendo a Flamarique. Ambos son los principales implicados en el escándalo por sobornos y Alvarez entendía que la respuesta política del Presidente a la crisis debía ser removerlos. Cuando se encerró con su gente de confianza, Chacho no tenía ánimos ni para hablar y quedó en esperar un poco para tomar una determinación. Pero le bastaron un par de horas de sueño para comprender qué quería hacer.
A De la Rúa le habían llegado rumores, pero la confirmación la tuvo a eso de las 11 cuando habló con Chacho por teléfono. Poco después, la noticia la hacía pública la ministra de Desarrollo Social, Graciela Fernández Meijide, quien también había hablado con el todavía vice. Graciela remarcó que ella seguiría en su cargo y que la Alianza “no se rompe”. En cuestión de minutos, la Casa Rosada se convirtió en un hervidero. Los ministros ingresaban, hacían alguna declaración de circunstancia ante las cámaras, y seguían rumbo al primer piso.

Mientras, Alvarez, recluído en su departamento en Palermo con sus principales colaboradores, recibía diverso tipo de presiones para que revea su decisión. Primero lo llamó al presidente de la UCR, Raúl Alfonsín, y luego Alfonsín lo llamó a él. “¿Te puedo convencer? Voy a tu casa”, le dijo el ex presidente, pero no encontró quórum. “Es irreversible”, le respondió Alvarez. También se comunicó la vicejefa de gobierno porteño, Cecilia Felgueras.

A media tarde, el jefe del bloque de diputados de la Alianza y mano derecha de Chacho, Darío Alessandro, fue hasta la Casa de Gobierno en son tranquilizador. Si bien confirmó la renuncia, adelantó que en su discurso Alvarez haría un llamado a fortalecer a la coalición y que los demás funcionarios del Frepaso seguirían en sus puestos. Chacho se preocupó especialmente en no quedar en público como un factor de desestabilización. El ministro del Interior, Federico Storani, se convirtió entonces en laprimera voz oficial en lamentar la partida del vicepresidente y aclarar que “la gobernabilidad no se verá resentida”.

Para entonces, la oposición ya había hecho distintas evaluaciones. El ex gobernador Eduardo Duhalde se mostró en contra del cambio de gabinete de De la Rúa pero tampoco estaba de acuerdo con que Chacho renunciara. El ex ministro Gustavo Beliz, en cambio, redactó un comunicado felicitándolo por su determinación. El gobernador Carlos Ruckaf minimizó la cuestión calificándola como “una pelea entre políticos”. El Consejo Nacional del PJ, presidido por Carlos Menem, acusó a Alvarez de “abandonar el barco frente a la primer tormenta”.

El Presidente volvió a comunicarse con Alvarez alrededor de las 17 con un ofrecimiento concreto: dijo que si se quedaba en el Ejecutivo, le pediría la renuncia a los funcionarios involucrados en las coimas. Alvarez insistió con lo irrevocable de su determinación. A medida que los minutos pasaban y se acercaba la hora del discurso de renuncia de Chacho –estaba anunciado para las 19–, la tensión crecía hasta que llegó a un clímax: entre las 18.40 y las 18.50 se anunciaron tres dimisiones.
Flamarique anticipó su renuncia indeclinable a la secretaría que había asumido el día anterior. El presidente provisional del Senado, José Genoud, puso su cargo a disposición de la UCR. De Santibañes le acercó su dimisión a De la Rúa. Pero, para entonces, el investigado secretario parlamentario de la Cámara alta, Mario Pontaquarto, comentaba que ya tenía la renuncia de Alvarez en sus manos. Después, ni la renuncia de Genoud ni la de De Santibañes se comprobaron veraces. En cambio, en reemplazo de Flamarique fue designado el viceministro del Interior, Carlos Becerra, amigo del operador radical Enrique “Coti” Nosiglia, quien ya se había anotado un poroto con Chrystian Colombo en la Jefatura de Gabinete.

De la Rúa quiso ser el encargado de cerrar la jornada –¿histórica?–, a las 22.30, con un mensaje por cadena nacional. El Presidente buscó dejar en claro que la salida de Alvarez no afectaría la marcha del Gobierno y dejó entrever su preocupación porque su ex vice se fuera con la bandera de la ética. “Estoy al frente de la lucha contra la corrupción”, afirmó.

Claves
  Como consecuencia de los cambios en el gabinete, Carlos “Chacho” Alvarez renunció a la vicepresidencia con un duro discurso en el que dijo que el presidente De la Rúa hacía lo contrario de lo que él pedía en el Senado.
De cualquier forma, aseguró la continuidad de la Alianza y del resto de los funcionarios frepasistas.
La renuncia conmovió al Gobierno. El propio Presidente realizó infructuosas gestiones para que Alvarez reconsidere su decisión.
La UCR ratificó la continuidad de la coalición mientras que el Consejo del PJ que encabeza Carlos Menem atacó a Chacho por “abandonar el barco”.
Poco antes del discurso de Alvarez, Alberto Flamarique renunció a la Secretaría General de la Presidencia, que había asumido el día anterior. En su reemplazo fue designado el viceministro de Interior, Carlos Becerra.
De la Rúa cerró el día con un mensaje por cadena nacional en la que garantizó la gobernabilidad. “Aquí todos estamos jugados contra la corrupción”, sostuvo.
 

El texto completo 


En primer lugar quiero agradecerles mucho a la gente que hoy vino a nuestra casa, que no la pudimos saludar porque no quise, no quisimos que se confunda esto con un acto político, y quiero transmitirles, los fundamentos de mi decisión. Presento mi renuncia indeclinable al cargo de vicepresidente de la Nación. Lo hago para poder decir con libertad lo que siento y lo que pienso. Y al mismo tiempo para no perjudicar al Presidente ni alterar la vida institucional. Sobre todo, en una etapa donde la mayoría de la gente, nuestra gente, sufre una situación difícil desde lo laboral y lo social, y la Argentina necesita confianza interna y externa para volver a crecer. Voy a seguir defendiendo el proyecto de la Alianza, y a nuestro Gobierno. Voy a seguir bregando por las cosas que les prometimos a la gente el 24 de octubre del año pasado. Quiero con este gesto, con mi renuncia, alejar las interpretaciones intermictas, o de lucha por el poder. He sido y soy leal al Presidente, y esto tiene que ir de la mano con la lealtad a mis convicciones, a la de mi fuerza política, y los compromisos con la ciudadanía que nos votó. De aquí que mi renuncia, les pido por favor, deben tomarla también como un acto de lealtad; no soy parte de ninguna pulseada por el poder, no me empuja ningún ánimo de debilitar la figura presidencial, siempre tuve presente, muy presente, que las expectativas de nuestro pueblo se centran en la figura de nuestro Presidente. Así lo entendí desde que fui nominado en la fórmula, y así lo sigo y seguiré entendiendo, y también sé que el cargo de vicepresidente no permite mayores desacuerdos en un tema tan sensible como el de los sobornos en el Senado.

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Y no renuncio a luchar, renuncio al cargo con el que me ha honrado la ciudadanía, fundé una fuerza nueva para, entre otras cosas, cambiar la forma de hacer política en este país, en nuestro país; estoy convencido de que estamos ante una crisis terminal de hacer política, en la relación entre el poder político y el poder económico, y del vínculo entre la política y la gente. Lo vengo sosteniendo, no es de ahora, sino de más de diez años, cuando me fui del Partido Justicialista. Parece paradójico y a la vez resulta cada vez más chocante, cuando más avanza la pobreza, la desocupación, el escepticismo y la apatía, desde no pocos lugares se responde con dinero negro, compra y venta de leyes, más pragmatismo y más protagonismo para quienes operan en la política como si fuera un gran negocio para pocos.

Esta realidad no acepta medias tintas, no se puede tratar el cáncer con aspirinas, ni alcanzan los discursos que remiten a la acción de una Justicia, y muchos de los que deben investigar los actos de corrupción difícilmente podrían soportar una investigación a fondo sobre su patrimonio, de aquí que esta situación debe enfrentarse con una enorme cuota de decisión: o se está con lo viejo, que debe morir, o se lucha por lo nuevo, que esta crisis debe ayudar a alumbrar. Atravesamos tres crisis los argentinos, la crisis política social, la crisis moral y la crisis económica. Para combatir la primera he manifestado que los senadores que protagonizaron las decisiones de los últimos años del Senado debían renunciar; lejos de ello, han intentado la política del avestruz, se han atornillado a las bancas y a los cargos, y ahora seguramente se amparan, como ya lo señalaron políticamente algunos, en las decisiones del Presidente para decir que nada ha pasado. Confío en que mi renuncia contribuya a que tomen las decisiones que la sociedad y la gente espera, que se den cuenta de que deben hacer gestos, que aun en la decadencia nos acerque el nivel de dignidad que no tuvieron en el ejercicio de la función.

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Nunca pretendí ocupar el lugar de la Justicia. No he culpado a nadie judicialmente, no es mi función. Eso sí: pedí gestos políticos contundentes, que den cuenta de lo que piensa, siente y demanda la mayoría de la gente. Muchos senadores creyeron que el conflicto se dirimía en términos personales; no quisieron darse cuenta de que su desprestigio es ante nuestros compatriotas. No se enfrentan conmigo, están enfrentados con la gente. Respeto las determinaciones del Presidente, sin embargo, no puedo acompañarlas pasivamente o en silencio, porque son contradictoriascon las decisiones que vengo reclamando en el Senado de la Nación. Sigo teniendo la convicción de que hacer gestos políticos fuertes es lo que está esperando la sociedad para resolver la crisis política.

Por último, nadie debe entender que esta renuncia significa abandonar mis compromisos y responsabilidades. Voy a seguir trabajando sin descanso por los valores y contenidos que fundaron la Alianza. Porque constituye esta garantía de cumplir con el contrato social y ético que establecimos con la mayoría de nuestro pueblo, el 24 de octubre de 1999. Muchas gracias.

(A continuación, Alvarez dejó el texto escrito e improvisó lo que sigue.)

Quiero decirles a todos mis compatriotas que no se necesita ser vicepresidente para luchar por una Argentina mejor. Para luchar por lo que hemos soñado, para luchar por lo que sentimos, les quiero decir a mucha gente, que me dijo o que me puede decir que no renuncie, que voy a seguir peleando por los mismos ideales que peleé en mi vida. Construir una Nación más autónoma, construir una sociedad más justa, más igualitaria; lo voy a hacer desde el llano. Con la misma voluntad, con la misma vocación, con la misma firmeza y el mismo compromiso que tuve en mi larga vida militante. Y que voy a seguir defendiendo la Alianza, para que la Alianza siga siendo el instrumento que pueda mejorarles la vida a los argentinos, que eso es lo importante, todo lo demás, es anécdota; lo importante es que cumplamos con lo que le dijimos a la gente, que mejoremos su vida, su nivel de ingreso, su dignidad, su participación. Y siempre he creído que, para lograr estas condiciones, teníamos que tener otra política. Me da mucha vergüenza que un joven de 16, 17, 18 años sienta que la política sea similar al delito, sienta que los que hacemos política, y los que tenemos cargos, los tenemos para incrementar nuestro patrimonio. Me da mucha vergüenza que se sigan promocionando figuras que son las responsables de que la gente asocie la política al delito. No lo vamos a permitir. Y vamos a seguir luchando para cambiar esta situación. Muchas gracias. 
 

A casu 15 años de esta histórica renuncia, en la Argentina, no ha cambiado absolutamente nada de lo que habló Carlos Alvarez.

Cancillería - 11 de Agosto de 2011

Carlos "Chacho" Álvarez es el nuevo secretario general de la Aladi

El canciller Héctor Timerman informó que en la XVI Reunión del Consejo de Ministros de la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi) se designó por unanimidad al argentino Carlos "Chacho" Álvarez como secretario general del organismo. Aseguró que "es el profesional ideal" para ese rol.

"Profesionalismo, honradez, pasión y compromiso con la integración regional son características transversales en su persona y en su trayectoria política", dijo Héctor Timerman al referirse al recién designado Secretario General de la Asociación Latinoamericana de Integración, Carlos Chacho Álvarez.

El ministro de Relaciones Exteriores explicó que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner lo propuso por la "necesidad vital de nuestros gobiernos de renovar nuestros votos de confianza con el proceso de integración regional".

"Mi país entiende que es el profesional ideal para conducir el pensamiento estratégico que requieren las circunstancias actuales”, explicó Timerman.

Un largo adiós

Por Horacio Verbitsky

Carlos Alvarez supo siempre que la sociedad con el radicalismo tenía un plazo de vencimiento, que no era un proyecto estratégico, sino apenas una etapa táctica en el crecimiento del Frepaso. Pero la imaginaba distinta. Desde el primer día tuvo en claro que se iría con el portazo de la denuncia contra la corrupción, pero pensó que en ese momento tendría a su disposición una fuerza política más poderosa y cohesionada.

La Alianza logró sus objetivos demasiado pronto. Formada en agosto de 1997, dos meses después ya había acabado con el menemismo, que había sido su factor de unidad. El eclipse de la insoportable década presidida por los Menem, Duhalde, Rückauf y Pierri era ostensible, aunque todavía restaran dos largos años hasta la elección presidencial.

Al lanzar a Graciela Fernández Meijide para las elecciones legislativas de Buenos Aires, Alvarez anunció que, si triunfaba, a ella le correspondería la candidatura presidencial por el Frepaso. Que no postulara la propia, indicaba su escasa convicción en las posibilidades de su partido frente a Fernando de la Rúa, el candidato obvio de la Unión Cívica Radical.

Por eso intentó evitarlas y propuso la nominación por consenso, en la que se reconocieran generosos espacios al socio menor en las listas comunes en todo el país. Ella no aceptó porque creía que su buena estrella electoral era imbatible y prevalecería sobre la maquina partidaria radical. Pero perdió por 7 a 3. Si le hubieran dado tiempo, el radicalismo hubiera reclamado también la candidatura a la gobernación de Buenos Aires, que sólo había cedido a regañadientes cuando la relación entre ambos aliados parecía más equilibrada. Fue necesario anunciar la misma noche de los comicios aún sin escrutinio definitivo que Fernández Meijide sería la candidata de la Alianza en Buenos Aires. Pero de este modo Alvarez quedó obligado a integrar la fórmula nacional, en contra de sus deseos. Enrique Nosiglia dijo en una reunión con radicales de la Capital: “Ahora que Chacho ya está en la bolsa el Frepaso está muerto. No hay que darles nada en ningún lado. En octubre ganaremos los radicales”. Allí había un plan, que no dejó de aplicarse.

La trampa


La corrupción del sistema político no apareció como eje de conflicto entre los aliados recién al destaparse la podredumbre del Senado. El Frepaso nació a la vida política denunciando la corrupción del menemismo, pero su despegue como fuerza con proyección nacional se produjo al postularse como alternativa al Pacto de Olivos, un tango que Menem no bailó solo. Ya durante la campaña electoral para las primarias de 1998, Alvarez propuso crear lo que llamó la “Conadep de la Corrupción” y Raúl Alfonsín se opuso. En el equipo de trabajo no hubo radicales, lo cual ilustró las diferentes concepciones de ambos partidos sobre la construcción democrática.

Con el mayor sigilo, Alvarez ordenó a sus representantes que entre la documentación que acopiaban reservaran espacio al menos para un caso que afectara a De la Rúa. Cuando Adalberto Rodríguez Giavarini (el más puro de los amigos de De la Rúa, un católico practicante que cree en lo que cree) chocó con Nicolás Gallo en el gabinete de la Ciudad Autónoma, Alvarez lo apoyó. El recaudador partidario no puede encargarse de las concesiones de servicios, dijo.

Cuando vio que el retroceso de Fernández Meijide en las preferencias electorales se acentuaba, Alvarez lanzó un brulote radial matutino contra el “sistema delarruista de corrupción”. El radical volvió a jugar el rol de víctima que tanto le place e hizo saber que sólo una retractación lisa y llana impediría la ruptura de la Alianza. Al caer la noche Alvarez ya había capitulado. En aquel momento no podía hacer lo que hizo ahora. En la Alianza se cifraban las ilusiones populares de batir a Menem y Duhalde y quien la rompiera lo pagaría caro.

Desde entonces militantes y dirigentes del Frepaso se sintieron en una trampa, de la que no sabían cómo salir. “¿Hicimos todo esto para devolverles el gobierno a los radicales?”, preguntaba un dirigente envenenado por tal perspectiva. Alvarez no lo veía así. Soñaba con las jefaturas de gobierno de la Ciudad y de la provincia de Buenos Aires, las gobernaciones de Neuquén y Santiago del Estero, algunas vicegobernaciones, un bloque de medio centenar de diputados, posiciones en diversas legislaturas y concejos deliberantes y varias decenas de intendencias. Desde esa plataforma proyectaría su poder nacional. Pero sólo consiguió la jefatura de gobierno de la Capital y tres intendencias en el Gran Buenos Aires, el bloque de diputados se redujo en un par de miembros y el partido no existe fuera de las dos Buenos Aires y Rosario (gracias a la histórica inserción socialista y a la descollante gestión del intendente Hermes Binner).

Las trayectorias que hicieron colisión esta semana venían juntando impulso desde lejos. Tres meses antes de las elecciones presidenciales Alvarez hizo saber a Duhalde su sospecha de un acuerdo entre Menem y De la Rúa, gestado por Enrique Nosiglia y Luis Barrionuevo. Otro interlocutor habitual de Alvarez, Domingo Cavallo, denunció el presunto plan canje de gobernabilidad por impunidad.

Al radicalismo tampoco le faltaron disensos al respecto. Por esa misma época, Leopoldo Moreau dijo en una reunión partidaria: “O hacemos sangrar al menenismo, preparamos los juicios y mandamos presos a varios o nos encaminamos a una conciliación y negociación. Desde mi punto de vista hay que adoptar la primera”. De la Rúa le respondió: “La primera alternativa fue la que adoptó inicialmente Alfonsín, y así le fue”. El primer indicio de que el candidato había impuesto su visión fue el archivo de la investigación sobre el uso de los fondos reservados del Senado por parte de Rückauf.

Testimonio y poder


“Queremos ser un partido del poder y no un partido testimonial”, repetía Alvarez para justificar cada retroceso de sus posiciones históricas. El Frepaso fue dejando en el camino las reivindicaciones socioeconómicas que fundamentaron su nacimiento, desistió de las alianzas sociales con los sectores castigados por el ajuste. Graciela Fernández Meijide hizo silencio sobre las cuestiones de derechos humanos que fueron su camino de aproximación a la política. Ante el desencanto creciente de quienes, sin afiliación partidaria, anhelaban un cambio de personal, de valores y estilos en la política, pero también de la alianza social gobernante, la respuesta de Alvarez bordeó el cinismo. Esos sectores no tienen otra opción electoral. Igual nos van a votar, dijo.

Así fue, pero el Frepaso llegó al gobierno en condiciones de extrema debilidad. Sus instancias organizativas nunca se desarrollaron. El Frepaso no discute políticas sino candidaturas, algo que calza bien con la personalidad de su jefe. A la participación colectiva prefirió la decisión solitaria, con un par de laderos que compartieran su visión del debate político como un engorro que resta tiempo y fuerzas para la aplicación de tácticas. Uno de ellos fue desplazando a todos los demás. Era un mendocino pragmático, heredado de Bordón después de la ruptura. El tiempo lo reveló más activo que fiel.

Quienes suponían que el partido de Alvarez y Alberto Flamarique era el componente de centro-izquierda de la coalición oficial constataron que tema por tema se colocaba incluso a la derecha del radicalismo. En su respaldo acrítico al voto en Naciones Unidas contra Cuba, a la ortodoxia liberal del equipo económico, al ajuste salarial, a la reforma laboral, a la privatización de la salud pública, Alvarez sobreactuó. Llegó a recriminarle al radical Moreau falta de lealtad al presidente, por reclamar la reimplantación de los aportes patronales a las empresas privatizadas.

El guiño de complicidad que Alvarez y Flamarique se cruzaron al terminar la sesión del Senado en la que se votó la ley que el Fondo Monetario Internacional reclamaba para bajar los costos salariales, como con sajona precisión informó el New York Times, describía la difícil situación del Frepaso dentro de la Alianza. Con la bandera de la sensibilidad social hecha jirones, y la de la transparencia manchada por los escándalos que afectaron al Frepaso bonaerense y a sus dirigentes Fernández Meijide y Mary Sánchez, sólo le quedaba hacer flamear la de la eficiencia, para lo que el presidente gustara mandar. El problema era la incongruencia entre tales directivas y las concepciones que el Frepaso defendió hasta su acceso al gobierno. La divisa de la transparencia había ocultado la falta de definiciones políticas del Frepaso. La idea de que los recursos ahorrados al suprimirse la corrupción solucionarían los más graves problemas sociales era una prestidigitación con las cifras, al comparar magnitudes económicas tan dispares, un modo de ignorar la inequidad esencial del modelo económico, que no había voluntad por corregir. Pero sin esa consigna, ¿qué quedaría del Frepaso? Alvarez estaba siguiendo las huellas de Menem y empezó a recibir insultos en la calle.

Política y delito


Recuperar su rol de denunciante de las prácticas que hacen que los jóvenes asocien política con delito, como dijo en su despedida del poder, es tanto una táctica política como una necesidad psicológica de supervivencia. De la Rúa no está dispuesto a ceder ese rol. Pero si en 1998 Alvarez se retractó porque percibió que la opinión pública no lo favorecía, ahora parece estar ocurriendo lo contrario. Las situaciones relativas de los socios son distintas. El radicalismo posee al menos una clara inercia reproductiva, expresada, para bien y para mal, en su aparato partidario. El Frepaso es más virtual y su home page debe renovarse todos los días, con material que atraiga a un público más exigente, tan inclinado al fervor como al desdén, según lo que perciba.

Ante un hecho tan grave como la renuncia a la vicepresidencia, los dirigentes del Frepaso no estaba deprimidos, sino eufóricos, como el propio Alvarez desde que se erigió en el azote del Senado. Los gestos de alegría ponen en duda las palabras de compromiso con la continuidad de la Alianza. Si los acuerdos fueron cada día más difíciles en los últimos diez meses, no se facilitarán ahora. En sus mensajes del viernes, Alvarez y De la Rúa profundizaron el disenso. Sus visiones sobre lo que ocurrió en el Senado son contrapuestas. Aníbal Ibarra, quien necesita de la coalición para gobernar su distrito, intentó desde Roma impedir la fractura y propició un diálogo entre Alvarez y De la Rúa que ratificara la Alianza. Pero no fue escuchado. De la Rúa confundió sus atribuciones legales con la legitimidad política de sus decisiones. Su mandato constitucional le permite designar a quien se le ocurra. El contrato político de la Alianza lo obligaba a consultarlo, primero con su partido, luego con su socio. La provocación que escogió pone a la Alianza in extremis y es posible que el presidente tenga tiempo de arrepentirse. La presencia de Alvarez lo fortalecía, tanto política como institucionalmente.

El temor a una presidencia del Frepaso jugaba a su favor. Desde el viernes ha pasado a ser concebible que en algún momento también De la Rúa se aleje. En las nuevas condiciones ninguna invocación a la disciplina partidaria bastará para que la bancada del Frepaso vote cualquier ley que envíe el Poder Ejecutivo. En el mejor de los casos, se abrirá un proceso de negociación tema por tema, tal como ocurre con los partidos provinciales. La pérdida de la mayoría en la Cámara de Diputados abre un nuevo capítulo en la historia del bipartidismo. O dicho en términos menos formales, en la relación de Nosiglia y Barrionuevo.

Doce años después, De la Rúa le preguntó a Chacho "por qué renunció"

"Usted ratificó en los cargos y promovió a los sospechados. Su gobierno fue un fracaso", le respondió el ex vicepresidente, durante el juicio por los sobornos en el Senado

Chacho Alvarez dice haber tenido "certeza" de los sobornos en el Senado

El ex vicepresidente declaró en el juicio que investiga supuesto cohecho para votar la ley de flexibilización laboral en 2000

En su defensa, De la Rúa reiteró que las “coimas no existieron”

El ex presidente dijo que no había motivos para el soborno porque sobraban los votos.

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http://www.pagina12.com.ar/2000/00-10/00-10-07/pag03.htm
http://www.pagina12.com.ar/2000/00-10/00-10-07/index.htm
http://www.pagina12.com.ar/2000/00-10/00-10-08/pag06.htm
http://www.prensa.argentina.ar/2011/08/11/22564-carlos-chacho-lvarez-es-el-nuevo-secretario-general-de-la-aladi.php
http://www.lanacion.com.ar/1508219-doce-anos-despues-de-la-rua-le-pregunto-a-chacho-por-que-renuncio
http://www.lanacion.com.ar/1508113-chacho-alvarez-dice-haber-tenido-certeza-de-los-sobornos-en-el-senado 
http://www.lanacion.com.ar/sobornos-en-el-senado-t48703

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