sábado, 10 de mayo de 2014

Relato del Presente: Corre, Limpia y Vota / Con K de Casanello

Martes, 6 de mayo, 2014

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Entre las cosas más lindas que nos trajo el kirchnerismo está el debate al pedo por cosas que pasaron hace mucho, pero que hacen falta traer al presente para echarle la culpa a algo. Debatimos el “neoliberalismo” de los ´90 en base a la privatización de empresas que nadie podía mantener, mientras se hacen unos despilfarros de los lindos con las renacionalizaciones. Nos peleamos por los derechos humanos de los ´70 sustentados en hechos que aún hoy ocurren, mientras todos nos tenemos que hacer cargo de los Sueños Compartidos y de la Universidad de las Madres. En el primero de los casos, el debate es tan al pedo que no resiste ni el legajo de la Presidenta. En el segundo de los casos, el debate es tan al pedo que tampoco resiste ni el legajo de la Presidenta.

Hoy, en debates al pedo, el boludo que escribe las líneas de lo que se ha dado en llamar Relato del Presente (CopyRight 2008) les trae un nuevo tema de composición: El Servicio Militar Obligatorio, Colimba o Conscripción.

Podría estar a favor de la colimba. Me resulta muy cómodo analizarlo a una edad a la cual no califico para un cuartel. Pero yo no creo ni en la obligatoriedad del voto, imagínense lo que puedo opinar sobre la idea de que el Estado me obligue a vestirme de verde y a soportar los gritos de un suboficial que, si la cabeza le hubiera dado para algo más, no justificaría su sueldo cagando a pedos a un montón de pendejos que 90 días atrás estaban haciendo culopatín en el Cerro Catedral.

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Educando al soberano. El Servicio Militar Obligatorio surgió por iniciativa del ministro de Guerra del segundo mandato de Julio Argentino Roca, el General Pablo Riccheri. No es que haya salido de su loca cabecita modernista, sino que se aplicaba en casi todos los países desarrollados. Antes de putearlo por la iniciativa, debemos tener en cuenta dos cosas. Primero, los motivos que llevaron a crear la conscripción. Segundo, que Riccheri tuvo una idea aún peor y por la que la historia aún no lo ha juzgado: la creación de la Asocación de Boy Scouts Argentinos.

Para entender los motivos que llevaron a la creación del servicio militar, hay que tener en cuenta que no existía un ejército profesional hasta la llegada de Roca, y que gran parte del país estaba sumida en el analfabetismo, algo que colisionaba de frente y a 200 kilómetros por hora con el modelo de progreso de la generación del 80. Riccheri, que venía de formarse con honores en las mejores Escuelas de Guerra de Europa, fue funcional al criterio de pacificación encarado por Roca tras la derrota de Mitre: no más milicias ni mercenarios, sino un único ejército nacional. Y para que hubiera respeto por el ejército, nada mejor que meterlos a todos dentro de él. Era el modelo que se estilaba a principios del siglo XX.

El servicio militar obligatorio nació con un espíritu de igualdad y progreso. O sea, el conscripto Sosa llegaba del pueblito La Cocha, Tucumán, y era cagado a pedos y bailado del mismo modo que lo era el conscripto Núñez Anchorena. Esa era al menos la idea, aunque la realidad demostraba que, muchas veces -influencias mediante- Sosa terminaba lustrando botas y don Núñez le cebaba mate al Capitán.

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Pero más allá de esos detalles que ilustraron a la colimba a lo largo de sus 93 años, hay otros puntos en los que era una idea imbatible: el analfabetismo desapareció de nuestro país en las primeras décadas de su implementación. No sólo aprendían a leer y escribir, sino que también eran educados en oficios. Muchos de los plomeros, gasistas, electricistas y mecánicos que nos hemos cruzado en nuestras vidas aprendieron sus labores en su paso por los cuarteles. Si a eso le sumamos respeto y disciplina laboral, el combo era perfecto.

De un modo difícil de explicar, la conscripción sobrevivió a los años de la subversión y fue recién abolida en 1994, después del caso Carrasco. La presión de la opinión pública apuró al pragmatismo electoralista de Menem, quien decidió suprimirla de una sin realizar una evaluación de consecuencias sociales. Primero los votos, después se verá.

Las consecuencias sociales a las que me refiero están a la vista. La colimba ejerció muchas veces de tapón social. Era una de las formas que tenía el Estado de educar cuando todos los demás estamentos habían fallado. En caso de emergencia, rompa el vidrio y vaya al cuartel. Su desaparición derivó en que las siguientes generaciones no tuvieran la posibilidad de coexistir con sujetos de distintos estratos sociales, esos mismos estratos sociales que hoy se desprecian.

Hablar de la reinstauración de la obligatoriedad del servicio militar me resulta patético. Ya es tarde. Y por otro lado, va más allá de las posturas militaristas o antimilitaristas: es el reconocimiento de que fallamos por todos los flancos. Recurrir a la colimba es afirmar que otra no queda, que la cagamos, que la educación no educa y que el trabajo no dignifica porque no hay dignidad cuando se es pobre a pesar de tener laburo.



Sólo pensar en la colimba como posible solución a los problemas es tan frágil que ni siquiera se tienen en cuenta las consecuencias. En los sesenta y setenta, los grupos subversivos aprendieron tácticas de guerra e inteligencia con enviados del exterior. Pero el manejo de las armas se los brindaba el propio Estado al que después combatirían. Ni siquiera la supresión de las 56 y 57 pudo con el problemita de tener a colimbas brindando información para afuera, formados, entrenados por un ejército profesional.

Hoy, con un tejido social absolutamente destruido en sus estratos más bajos y una realidad económico-social diez mil veces peor que la de aquel entonces, no entiendo cómo no se avivan. Uno, dos años en un cuartel para que, luego, el ex pibe de la villa vuelva a sus calles de tierra, su casilla de madera y su vida de mierda, pero con un valor agregado: entrenamiento militar. Tendrán la dignidad de haber servido a la Patria que no les dio una puta oportunidad, pero volverán a sus hogares precarizados, a sus situaciones extremas, a la ley de la jungla y sabiendo manejar un rifle. Un golazo de media cancha.

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Sin duda, son unos genios. También puede pasar que la idea venga acompañada de una mejor calidad de vida para la familia, una casa digna y perspectivas de progreso a futuro, o que se contemple meter a un joven conflictivo en un cuartel hasta que tenga la edad suficiente para volver a usar pañales.

Lo interesante es plantear otra idea, buscar conceptos nuevos. No siempre lo viejo falla ni lo nuevo triunfa, pero probar algo nuevo es más tentador que reinstaurar algo que ya no se puede reinstaurar. Entiendo que muchos, incluso opositores al gobierno, se sientan entusiasmados con la idea, pero volver a colocar la colimba después de veinte años, no nos va a devolver nada. Es como ir a vivir a la casa de los viejos y pretender tener 16 otra vez.

Podrían probar con un Servicio Comunitario, una forma pintoresca de que se le devuelva a la sociedad algo de la que todos hemos recibido en algún momento. Mi colimba la hice gratis en el Poder Judicial, por ejemplo. A las siete de la matina era el único zombie detrás de la mesa de entradas que preparaba los libros de movimiento, acomodaba las cédulas, encasillaba las causas, preparaba el correo y se preparaba para una jornada de maltrato de parte de abogados, jueces, fiscales, defensores oficiales, secretarios y los respectivos gatos de cada uno de ellos.

Dos años en los que conviví con la miseria de policías asesinados, policías presos, chorros que no les quedaba otra, chorros por deporte, garcas de mucha guita, carteristas sin un mango, violadores, minas violadas, incesto, putas, drogas, armas, villas miserias, mansiones imposibles, empresarios, multimillonarios, indigentes, abogados de Porche y Valentino, bogas de bondi y Modart, rochos, chetos, barrabravas, niños de futbol con pelota de trapo en el baldío, niñas de hockey sobre cesped en el campus del Euskal Echea. Si alguna vez quieren ver las miserias de una ciudad en una mañana, paseen por tribunales.



Luego de esos dos años pegué el cargo y me quedé el tiempo suficiente para darme cuenta que la guita no me convertía en ciego. Y aguante más tiempo. Porque el hambre puede más que cualquier principio.

Me gusta la idea del Servicio Comunitario, aunque con cierto criterio, claro, porque tampoco me va mucho conceptos tales como que la Universidad la pagamos todos y sólo pueden ir los que pueden pagar una privada, entonces hay que devolver algo de lo que el Estado nos brindó. El que tiene un millón de dólares, paga impuestos por un millón de dólares ¿Por qué privarlo del sistema educativo que financia?

Pero así y todo, tengo mis reparos hasta con los servicios comunitarios. Una Comisaría donde el pibe aprenda donde se inicia la cadena de recaudación paralela de la política, una oficina pública donde se lo eduque en maltrato al ciudadano, excusas de ausentismo, la inutilidad de 15 personas que no pueden realizar las labores de una sola, el inexplicable ascenso social del jefe que con 20 lucas de salario tiene un yatecito.

Aparte existe el problema de que es un territorio ya explorado. Los colimbas de la política existen y son muy bien rentados. Cumplen órdenes sin cuestionarlas, juran defender con la vida un ideal difícil de dimensionar y son capaces de llevar a cabo las tareas más indignantes con orgullo, como defender la Patria cantando en el Patio de las Palmeras de la Casa Rosada.

Tienen superiores jerárquicos de quienes no tienen idea cómo hicieron para llegar, y el Teniente General que los prepara para la guerra política es un Inútil Todo Servicio que llegó a la máxima jerarquía gracias a que los padres no sabían que hacer para que realizara algo que aparentara ser productivo.



A diferencia de la histórica colimba, el colimvo -corre, limpia, vota- no se limita a un servicio de uno a dos años y la inmensa mayoría pretende quedarse con ánimos de hacer carrera. Hay un montón de pibes a los que les vendría diez puntos una buena pasantía, aunque fuera no rentada, pero tienen todos los lugares del Estado copados por idiotas, como el tribunal del INCAA -que, por ejemplo, tiene que decidir si financia, o no, “Papeles en el viento”, una peli con guión de Eduardo Sacheri- y está compuesto por boludos de treinta sin mayor noción cinematográfica que la que les brinda haber visto una maratón de Los Bañeros Más Locos del Mundo. Analfabestias sin otro orgullo que el de pertenecer a la nada, son los que deciden qué vale y qué no.

Por otro lado, estaría bueno aclarar algo: a pesar de que Página/12 diga lo contrario, o se hagan los boludos al respecto, la idea es de personajes del oficialismo. Mario Ishii es “el más kirchnerista de los intendentes” y el Sheriff Granados también es oficialista. Igual, los entiendo. Si no pueden reconocer que la idea proviene del riñón, mucho menos podrán dimensionar la gravedad de que la idea provenga del riñón. O sea, once años en los que nos dijeron que la inseguridad no era para tanto, que en todas partes del mundo pasa, que tenemos el índice más bajo de latinoamérica -flor de orgullo- y que el delito se resuelve con inclusión social, trabajo y educación.

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No quisiera estar en el lugar de quienes tienen que explicar cuál de las dos cosas pasó: si el delito no se soluciona con inclusión social, trabajo y educación, o si la inclusión social, el trabajo y la educación de los últimos once años son más falsos que el peronismo de Boudou.

Martes. “Porque a usar las armas bien nos enseñaron, y creo que eso es lo delicado”, cantaba un excolimba mientras el Gobierno suprimía el llamado a Servicio de dos generaciones para evitar “infiltraciones subversivas”. Al artista, obviamente, lo censuraron.

Con K de Casanello



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Una semana rara. Escribo por segunda vez en tres días, Cristina descubrió por qué se desea merde a los artistas y hasta nos enteramos que Teresa Parodi está con vida y dispuesta a ser la caripela que figura mientras los muchachos de La Cámpora, al mando de Franco Vitali, hacen guita con el verso de la homogeneidad de una identidad cultural en un país de inmigrantes.

Lo llamativo del caso es que Franco Vitali es el principal defensor de la idea de la “batalla cultural”, algo que no debería existir en un país con una cultura homogénea, con lo cual queda bien en claro para qué se creó el Ministerio y hacia dónde estarán dirigidas sus políticas.

Mientras los del Premio Gardel rehacían el video homenaje a los cantantes fallecidos para reincorporar a Parodi, me puse a leer el fallo por el cual Casanello procesó a dos lavadores de guita de marcianos. O sea, Casanello afirma que Federico Elaskar y Jorge Leonardo Fariña lavaron guita, pero no dice de quién. Algo así como acusar a un fulano de homicidio y no decir a quién mató.

En el programa Periodismo Para Todos del 14 de abril de 2013, pusieron en video lo que muchos, en mayor o menor medida, ya sabíamos: la joda loca que han hecho con nuestra guita. No es nada que no se hablara hace tiempo. En 2008 hablábamos de la sobrefacturación de un 400% de la obra del tendido eléctrico de Puerto Madryn a Pico Truncado, para 2013 el Hospital de Ciudad Evita llevaba tres inauguraciones -ya van cinco y contando-, y los anuncios de las represas Néstor Kirchner-Jorge Cepernic recién iba por la quinta cadena, con lo que faltaban dos anuncios más. Sin embargo, le pusieron un rostro -varios- un par de testimonios y con eso alcanzó para iniciar una investigación judicial.

Al día siguiente, 15 de abril, Elisa Carrió llevó la denuncia a Comodoro Py con intenciones de agregarla a la causa contra Néstor Kirchner por “Asociación Ilícita”, con tanta mala suerte que a Néstor lo sobreseyeron -por razones que hacen a las leyes de la naturaleza- y la Cámara debió sortear un nuevo Juzgado. El sorteo estuvo a cargo de la Sala I, conocida en los pasillos como la Sala Rosada.

Como no son tiempos para andar apostando, el sorteo fue rápido y cayó en el Juzgado Federal n°7, exOyarbide, actual Sebastián Casanello, ex secretario de la misma sala que le asignó la causa, un muchacho tan, pero tan respetuoso de la independencia de poderes, que al tomar posesión de su cargo les aclaró a sus empleados que él era un juez proveniente del campo Nacional y Popular.

Asimismo, Casanello, lento para investigar -un año y tres semanas para dictar el procesamiento de personas que se autoinculparon- fue muy rápido para intentar sacarse la causa de encima. Probó todos los dibujos, pero no hubo caso: la competencia era de él. Finalmente, ante la imposibilidad de hacerse el boludo, le asignó el manejo del expediente a la Secretaría número 13 de su juzgado, a cargo de un ex empleado de una repartición controlada por La Cámpora.

Estas son las cosas que, en ese entonces, hacían que uno se preguntara en qué carajo pensaban los opositores cuando repetían que la reforma al Consejo de la Magistratura es para garantizar la impunidad del oficialismo, si la tuvieron siempre garantizada, mejoraron la garantía al copar -sin concurso- de militantes las oficinas de la Procuración General, y seguirá estándolo mientras los juzgados federales seas la joda que hoy son.

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Durante los primeros días del caso, Lanata se mantuvo prudente frente al accionar de Casanello. No era culpa de él el error de concepción: Luciana Geuna, por entonces su pata en tribunales, le transmitía esa imagen. No es la única colega que ha caído en esa trampa y hasta alguna que otra vez me ha pasado lo mismo. Las justificaciones sobre la personalidad del funcionario -del que fuere- son una estupidez que no viene al caso. Si es buen tipo, prepara unos ravioles con tuco riquísimos o es Hannibal Lecter rivotrilizado, debería tenernos sin cuidado mientras cumpla con su laburo. Entiendo que pueda sorprender su austeridad frente a los lujos de Oyarbide, pero eso tampoco lo convierte en una garantía: habla de que no roba, no de que esté capacitado para ocupar el cargo que ocupa.

Pasa también que la honestidad la medimos solamente en guita. Casanello se hace el pelotudo negando sus vínculos con el oficialismo cuando tiene a todo un juzgado de testigo sobre su “pertenencia al campo nacional y popular”. Y como el principio básico dice que los jueces hablan sólo a través de sus fallos -excepto Oyarbide- Casanello también cumple con su cuota y procesa a dos mamertos. Porque dentro de la fiesta de choreo que hemos dado en llamar “Década Ganada”, Elaskar y Fariña eran los tarjeteros de la puerta.

Luego del famoso programa de Lanata, Fariña y Elaskar salieron a desmentir lo que habían hecho. Lo cierto es que ambos estaban hasta las tetas y por eso abrieron la boca: por cagazo. Nadie se atreve a confirmar que Fariña le comió catorce palos verdes al jefe, de los cuales encontraron cinco, y que por eso abrió la boca. Tampoco nadie se atreve a pronosticar que, al final, vincularán el lavado con el narcotráfico de Juan Suris.

Persecuta y paranoico, a Casanello le cuesta dar notas a la prensa, si es que esos periodistas no pertenecen a su circuito íntimo, o no cuentan con la venia de alguno de ellos. Salir de la zona de confort lo altera. Vive con miedo a las traiciones de sus empleados y se ampara en que tiene que “armar un equipo de confianza” para reventar todo el reglamento interno de designación de cargos, ascensos y nombramientos del personal. En esa onda, puso en cargos de secretarios a pibes del riñón kirchnerista y hasta nombró a Mabel, la mucama personal de su madre, como ordenanza del Juzgado con cargo de planta permanente.

Cuando fue a una entrevista en CN23, comentó que se sentía chocho con sus empleados, dado que les encanta quedarse trabajando hasta cualquier hora porque son leales. La realidad dice que se quedan porque los obliga a que se quede. Cualquiera que se encuentre en la escalera de Comodoro Py -o cualquier otro edificio judicial- a las 13,30 horas, corre riesgo de ser víctima de la estampida tribunalicia. Quince minutos después, hay más chances de encontrar a Julio López en una mesa de Entradas que a un empleado.

Lo que Casanello vende como lealtad, en realidad lo llevó a un bolonqui gremial. En la secretaría 13 se quejaron por los horarios. A ello se le sumó que en la secretaría 14, Casanello no quiso efectivizar a un empleado que le correspondía por escalafón y reglamento. Esto llevó a que Julio Piumatto pidiera una entrevista con el Juez. Pocas veces el Secretario General de los Judiciales tuvo que intervenir directamente en un conflicto a nivel interno de un juzgado, lo cual da la pauta de lo lindo que se llevan ahí dentro. A Casanello, la postura pétrea le duró poco y el conflicto con el empleado se solucionó mágicamente. Por su parte, Piumatto le recordó al personal el reglamento: el horario es hasta las 13,30, o por habilitación, una extensión de hasta tres horas por un máximo de tres meses. Este martes se retiraron a las 23,00 horas, a pesar de que no estaban escribiendo el procesamiento de Fariña ni de Elaskar: sólo porque el Juez insiste en que se queden mientras él esté.

La explicación de Casanello de cagarse en el personal -y en el reglamento- para “armar un equipo de confianza” se cae por donde se la mire. O sea, al secretario Juan Francisco Luena lo trajo de afuera, después de haber pasado por el Juzgado Federal de General Roca, donde renunció a su cargo de secretario para ir a trabajar al Renar, comandado por La Cámpora. Pero también nombró secretario a Sebastián Bringas, que formaba parte del Juzgado en el que aterrizó Casanello. En este caso, al Juez no le generó demasiada desconfianza el personal heredado, dado que Bringas también tiene “el orgullo de pertenecer”. ¿Cómo confiar en que sabrá mantener la sana crítica y libre convicción a la hora de investigar?

Casanello no se encuentra muy cómodo con el rol que le tocó jugar. Fíjense qué tan grande puede ser el festival de choreo que vivimos que un kirchnerista hace todo lo que tiene a su alcance, y así y todo tuvo que procesar a un par. Pero su premio puede llegar y con creces.

Una de las formas que históricamente han utilizado los distintos gobiernos para sacarse de encima a los jueces molestos con algo de carpa, ha sido ascenderlos a camaristas. También lo han hecho para premiarlos por ser buenos muchachos, como hizo el radicalismo con Gabriel Cavallo, que dejó su cargo de Juez Federal para ser camarista con el voto de los mismos senadores que estaban siendo investigados en una causa de su Juzgado. Vueltas de la vida: la indignada denunciante de la movida judicial fue la entonces Senadora Cristina Fernández de Kirchner.

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Hoy, para fortuna de Casanello, hay una vacante para ocupar un cargo de la Cámara Nacional en lo Criminal y Correccional Federal. Él estaría cuarto en la lista. Desde radio pasillo Comodoro Py afirman que no lo pusieron antes del cuarto lugar para no quemarlo, para que no quede en evidencia que, si hace los deberes, puede irse de Camarista antes de cumplir los 40 años. El plazo vence a fines del año que viene, justo, justísimo, justisísimo para cuando termina el mandato de Cristina.

En el medio, a hacer la plancha.

Jueves. ”Muchos jueces son absolutamente incorruptibles; nadie puede inducirles a hacer justicia”, se quejaba el marxista Bertolt Brecht mientras los nazis le levantaban su obra más exitosa hasta ese momento. 

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